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¡Chivato, acusica!

El inglés Chris Martin (Whitestone, 1977), líder del grupo Coldplay, siempre me ha parecido un cursi y un brasas de gran magnitud. De hecho, Coldplay es la banda que más detesto después de U2: les une la grandilocuencia, la falsa sensibilidad, un lirismo de chichinabo y todas esas cosas, en fin, que identifico con la ruina del rock & roll, uno de los inventos musicales más divertidos y estimulantes de la humanidad.

Le cogí aún más manía al señor Martin cuando se casó con la actriz norteamericana Gwyneth Paltrow, a la que yo adoraba desde la distancia y el obligado platonismo. Es verdad que la pobre Gwyneth solo abría la boca para soltar unas tonterías extraordinarias relacionadas con sus productos de belleza alternativos que no resultaban nada sepsis. Y cuando comercializó unas velas carísimas que, en teoría, olían igual que su vagina, incluso llegué a preguntarme si no se le habría ido la olla (responsabilizando, claro está, a Chris Martin de su desaguisado mental).

El otro día, el señor Martin, al que yo tenía casi tan olvidado como a su ex mujer, la de las velas con olor a coño (con perdón), cruzó una línea más, consiguiendo que volviera a detestarlo con más fuerza aún que antes. Me refiero, claro está, a lo de la Kiss Cam.

Para quien no conozca la historia, ahí va un resumen:

Coldplay actuaba en el Gillette Stadium de Boston, contando con una cámara selectiva que escoge a gente del público y proyecta su imagen en una gran pantalla para que los vea todo el mundo. En general, la Kiss Cam hace felices a sus inmortalizados, pues los muestra disfrutando de las chapas del señor Martin (hay gente para todo) y ellos se alegran de destacar por una vez en la vida: gente sin nada que ocultar que disfruta de un gran momento.

Los problemas llegan cuando tienes algo que ocultar y te pilla la Kiss Cam de las narices. Es lo que le pasó a Andy Byron, CEO de la compañía Astronomer, que disfrutaba de Coldplay en compañía de una mujer que no era la suya. Las consecuencias no se hicieron esperar: al señor Byron, además de apañarse con la parienta a la hora de las explicaciones (¡Cariño, no es lo que parece!), lo han despedido de su trabajo, algo absurdo, pero muy americano (se puede ser adúltero y un gran profesional). Y además se ha convertido en carne de meme junto a su amante, quien, por lo menos, es una mujer divorciada (no sé si también la han despedido, pero era la directora de Recursos Humanos de Astronomer).

Además de hundirles la vida a estos dos desdichados, Chris Martín tuvo el cuajo de rematarlos con un comentario infame: “Mirad a estos dos…O están teniendo una aventura o son muy tímidos” (en cuanto se percataron de que la cámara estaba informando de su adulterio al mundo, los amantes se separaron e intentaron esconderse o salir de cuadro, pero no lo lograron).

De verdad que este Chris Martin es para matarlo. Como músico y como ser humano.