El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, acudió ayer a la Junta de Seguridad de Cataluña. La reunión sirvió para formalizar la entrada de la Guardia Civil y la Policía Nacional en la empresa que gestiona el teléfono 112 en Cataluña, y para anunciar una futura ampliación del cuerpo de los Mossos d'Esquadra, además de para mejorar la coordinación entre las policías.
Eso sí, Marlaska no abordó -al menos, en público- una de las carpetas espinosas que tiene abiertas en Cataluña: la Comandancia de la Guardia Civil de Barcelona. En teoría, su jefatura debería ser para el coronel Daniel Baena, ascendido antes de verano.
Pero el nombramiento, muy esperado, no se termina de sustanciar, porque la cúpula de Interior, que preside el ministro en última instancia, se resiste a hacerlo. Al parecer, el equipo de Marlaska ha recibido peticiones, demandas o exigencias de un independentismo al que la designación del héroe del procés en la Comandancia de Sant Andreu de la Barca le genera anticuerpos.
Pero es que esa decisión desoye el sentir interno del cuerpo, en el que Baena es muy bien valorado, y los méritos del mando policial. El coronel atesora una carrera suficientemente exitosa para encabezar el instituto armado en la Ciudad Condal. Y que le veten por razones políticas es directamente inexplicable.
A no ser que el objetivo final no sea velar por el mejor funcionamiento posible de la Benemérita, sino que las metas sean de índole política o incluso ideológicas.