Capo di tutti capi
Hay algunos casos, cuando se muere alguien, en los que es muy difícil recitar el célebre lugar común Siempre se van los mejores. En el del mafioso italiano Mateo Messina (Castelvetrano, 1962 – Coppito, 2023), que la diñó hace unos días a causa de un cáncer, resulta prácticamente imposible, pues resulta evidente que el mundo será un sitio mejor sin él. No sé ustedes, pero yo, alguien cuyo segundo apellido es Denaro (Dinero), ya me da mala espina. Y basta con echar un vistazo a la carrera criminal del señor Messina para comprobar que estamos ante un indeseable de marca mayor.
Su padre ya estuvo metido en el gremio de los hombres de honor (curioso eufemismo). Se trataba de Francesco Messina, conocido cariñosamente como Don Ciccio (que suena a personaje del llorado Walter Torrebruno). Mateo se integró rápidamente en el negocio familiar y cometió su primer asesinato a los dieciocho años (se le achacan unos cincuenta sujetos eliminados personalmente, más los que mandó liquidar). Su carrera dio un salto de gigante en 1993, cuando fue detenido Salvatore Riina, alias Toto (como el gran actor de comedia italiano), y él se vino arriba, convirtiéndose en uno de los principales artífices de la campaña de venganza contra el estado italiano que se cobró la vida de magistrados, policías y demás personas decentes. En ese año, dio inicio su vida en la clandestinidad, desde donde seguía controlando el negocio. Hasta su detención, en el 2023, estuvo escondido a plena vista de las autoridades, gracias, al parecer, a un conglomerado de políticos y empresarios chungos no, lo siguiente, con los que mantenía un trato cordial y beneficioso para todos. Lo pillaron mientras iba a una visita médica, con nombre falso, para tratarse el cáncer que padecía y que finalmente se lo ha llevado por delante. Como hombre de honor, evidentemente, ni llegó a mostrar arrepentimiento ni a colaborar con la policía. Se limitó a reventar y adiós muy buenas.
Pero hasta la gentuza como Messina se presta a una visión cómica. Cuando me enteré de que utilizaba el alias de Diabolik, personaje de comic con el que se sentía muy identificado, me dio la risa. Y seguí en ese plan cuando vi por televisión unas imágenes de su domicilio: destacaban en el salón sendas fotos enmarcadas de gran tamaño de Al Pacino en El padrino y Joaquín Phoenix en Joker. Diabolik, Michael Corleone y el Joker, los tres principales referentes de un asesino sin escrúpulos que se dejaba la pasta, claro está, en relojes de alta gama y coches de lujo. Un indeseable y un memo del que, no lo duden, alguien habrá dicho lo de que siempre se van los mejores (puede que algún empresario o algún político, a ser posible desde el trullo).