Hecho un chaval

Mick Jagger ha cumplido 80 años y, aparentemente, sigue hecho un potro. Su banda de toda la vida, los Rolling Stones, prometen disco nuevo para el año que viene y no descartan emprender otra gira mundial (sin tomarse la molestia de asegurar que será la de despedida, pues llevan despidiéndose de su querido público desde finales de los años 70, cuando cada nueva tournée se anunciaba diciendo que podía tratarse de la última oportunidad de verlos actuar en directo). Fiel a su estilo bombástico, Michael Philip Jagger (Dartford, 1943), ha celebrado el inicio de su condición de octogenario con una fiesta de campanillas a la que estaba invitado lo más granado del mundo mundial: Jagger no es como Jay Gatsby, que observaba sin participar las fiestas que montaba en su mansión de los Hamptons con la esperanza de que apareciera su querida Daisy, infelizmente casada con un gañán, y todo parece indicar que ha sido el que más ha bebido, más ha bailado y más ha hecho el ganso y muchas otras cosas impropias de un hombre de su edad. Yo creo que se ha propuesto reventar en el escenario (aunque, por si acaso, hace años que los Stones se van de gira con un experto en gerontología).

Mick Jagger está hecho de una pasta especial. Cualquier otro, con su brillante carrera y su enorme fortuna, habría dejado de actuar en directo hace tiempo y repartiría sus días entre sus diferentes mansiones y sus ocho hijos (o se lanzaría a la carretera como Bob Dylan, poniendo una cara de asco considerable y sin dirigirle la palabra a su público). Nuestro Mick, aunque parezca imposible, da la impresión de disfrutar con cada concierto, como si no hubiese cantado ya Satisfaction o Sympathy for the devil un millón de veces. Mi amigo Gay Mercader lo entiende perfectamente. Un día le pregunté qué hacían los Stones actuando a su edad y me dijo: “¿Y qué quieres qué hagan, aburrirse en casa? Son músicos y les gusta tocar en directo. Eso es todo”.

A mí me resulta entre incomprensible y admirable que un hombre de la edad del señor Jagger todavía le vea la gracia a dar vueltas por el mundo, dormir en hoteles y hasta visitar las ciudades en las que actúa (en su última visita a Barcelona, fue visto por las Ramblas a altas horas de la noche). No contento con eso, mantiene un ojo permanentemente clavado en las finanzas de los Stones, harto de los antiguos managers que desvalijaron a su grupo todo lo que pudieron (a lo que hay que añadir una cierta fama de roñica, por cierto). Según Gay, nunca sabes con qué Mick Jagger te vas a encontrar, pues sostiene que el cantante ostenta múltiples personalidades con las que te acabas haciendo un lío (por eso él prefiere frecuentar a Keith Richards, que le parece un tipo normal y una excelente persona a cuya fiesta de cumpleaños en Londres está invitado cada año).

Como tantos otros, yo también admiro a Mick Jagger, dejando aparte el interés que los Stones puedan tener desde mediados de los 70, que me parece tirando a escaso, aunque siempre hay una o dos buenas canciones en cada disco. Me asombra su pasión por la vida, que nunca he experimentado con tanta lujuria (Lust for life, le llamaba Iggy Pop). Juerguista, mujeriego e infiel, sí, pero también coautor de algunas de las mejores canciones de la historia del pop. Estuvo con Marianne Faithfull, le levantó la novia (Jerry Hall) a Bryan Ferry, ha fabricado herederos con una inconsciencia juvenil considerable…Mick Jagger es más que un hombre: es una fuerza de la naturaleza.