Todo por la patria
La vida del policía infiltrado ofrece siempre un riesgo variable, dependiendo de dónde te infiltres. Si lo haces en la mafia o en el narcotráfico, puedes acabar muerto. Por el contrario, si te infiltras en el maravilloso mundo de la juventud independentista catalana, es prácticamente imposible que te desenmascaren y, además, con un poco de suerte, hasta puedes sacar el cuerpo de penas. Le sucedió no hace mucho a un agente de la policía nacional que se coló en un grupúsculo de jóvenes indepes y, ya puestos, se benefició a seis supuestas compañeras de lucha (nunca descubrimos su identidad y parece que está destinado en una embajada en el extranjero, destino bien merecido en su condición de fiel servidor del Estado al que no le amarga un dulce, aunque provenga de la CUP o de los CDR).
Ahora se ha repetido la historia con María I. T., policía nacional que se hacía llamar María Perelló Amengual y que se había infiltrado también en un sector del inframundo juvenil lazi, donde le ha roto el corazón a un tal Óscar Campos, un CDR con el que mantuvo una relación sentimental de casi tres años. Cuando lo del poli poliamoroso, las presuntas víctimas de su seducción amenazaron con llevarlo a los tribunales, pero la cosa se quedó en nada porque las relaciones habían sido consentidas y porque, supongo, si eres tan tonta como para no distinguir a un compañero de lucha por la libertad con un madero, te mereces todo lo que te pase. Ahora, todo se centra en el desengaño del pobre Óscar que, puestos a quejarse, hasta se queja de que su María le presentó a su mamá quien, lejos de denunciar a su propia hija y sacar a Óscar de su error, respaldó todas las trolas que la supuesta señorita Perelló le había soltado al patriota enamorado. Con tipos tan espabilados como el infeliz de Óscar Campos, se comprende a la perfección que la independencia de Cataluña ni esté ni se la espere.
Los medios de comunicación lazis, eso sí, han encontrado petróleo en esta historia chusca de supuesto amor entre una servidora ejemplar del Estado y un badulaque independentista. Hace un par de noches, en el inefable programa de Xavier Graset Mes 3/24 se procedió a un análisis moral de la situación en el que todos los tertulianos (¡y el ecuánime presentador!) coincidían en que lo que le habían hecho al pobre Óscar no tenía perdón de Dios. En RAC 1, Jordi Basté entrevistó durante media hora al damnificado, se solidarizó con él y casi le dio el pésame. Siento un aprecio personal por Basté pero, ¿nunca había oído hablar de la figura del undercover cop? Pero, hombre, si ha salido en infinidad de películas y telefilms. Y todos sabemos que su misión es ganarse la confianza del enemigo y sacarle la información necesaria para buscarle la ruina. Si el enemigo es tirando a bobo, miel sobre hojuelas. Pero ponerse a moralizar sobre una operación policial es, además de una pérdida de tiempo, no querer entender cómo funcionan las cosas del Estado (algo que estaría bien aprender cuando se aspira a un Estado propio).
Yo también lamento que a Óscar Campos le hayan roto el corazón: me ha pasado alguna vez y no es agradable. Pero eso no quita para que María I. T. sea una funcionaria ejemplar que merece un destino tan bueno como el colega que ha acabado en una embajada. Puede, incluso, que tenga su corazoncito y que lamente haber hecho pupa al pringao del CDR pero es, sin duda alguna, una mujer que tiene claras sus prioridades y que merece ser premiada por ello