Artur Mas, al igual que otros expresidentes, es un jarrón chino. Nadie sabe dónde colocarle porque es incómodo. En su intento de reunificar el espacio posconvergente, ha irritado a su propio partido, el PDECat, por haber asistido a un acto de Junts per Catalunya. Sin embargo, en esta formación dividida internamente respecto a la estrategia de futuro, tampoco ha sentado bien la aproximación de quien intenta mantener el legado de Jordi Pujol.

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