La Universidad de Barcelona (UB) ha puesto los conocimientos de la lengua y la cultura china en manos del Instituto Confucio, una institución cuestionada en algunos países europeos por presunto proselitismo del régimen del Xi Jinping.

Harían bien los gestores de esta universidad pública -empezando por su rector, el independentista Joan Guàrdia- en poner más celo a la hora de elegir a sus asociados, y en fiscalizar a esta entidad para asegurarse de que cumple correctamente su misión divulgativa sin incurrir en la propaganda política.