Puchi no tiene quien lo elimine
Al fugado Carles Puigdemont no le han hecho ninguna gracia los comentarios displicentes a su respecto efectuados por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. Dijo Bolaños que no entendía lo que le pasaba por la cabeza a Puchi y que, además, tenía la impresión de que se le había parado el reloj hace seis años, cuando la charlotada indepe propiciada por los gimoteos de Marta Rovira y el beato Junqueras. Creyendo que debía responder de algún modo a la supuesta agresión del señor Ministro, el Hombre del Maletero se ha puesto épico y se ha comparado con las víctimas de los GAL, acusando a Bolaños de formar parte de un partido político que elimina y reboza en cal viva a quienes le molestan. Una manera de darse aires como otra cualquiera, pues todo el mundo sabe que Puchi, en el fondo, no molesta tanto como quisiera: si un estado tuviera que dedicarse a quitar de en medio a todos los aspirantes a mosca cojonera, no haría otra cosa en todo el día.
Bolaños sabía perfectamente por qué decía lo que decía. Era la mejor manera de basurear a alguien que, por otra parte, se basurea solo con sus promesas, nunca cumplidas, de volver a España y poner en un brete internacional al gobierno o con las tabarras que larga en el Parlamento Europeo, donde cada vez son más los que lamentan haberlo aceptado en tan noble y necesaria institución. A Puchi le hubiera encantado que Bolaños lo definiera como un peligroso enemigo del Estado, pero no ha habido suerte, ya que el señor Ministro se ha limitado a insinuar que estamos ante un majareta mucho más inofensivo de lo que él cree y cuya relevancia internacional es dudosa, por no decir nula. De ahí el rebote del Hombre del Maletero, que querría ser el Hombre del Saco y solo es un hombre al que se envía a tomar por saco. La crueldad de Bolaño, en ese sentido, ha sido muy notable: de ahí las referencias al GAL, a la cal viva y demás inexactitudes del fugitivo.
Todos sabemos que es mucho mejor que te odien en vez de que se te tomen a pitorreo, que es lo que ha hecho Bolaños con Puigdemont. Cuando te crees el doctor Fumanchú de los independentistas y se te quitan de encima como si fueras Paquirrín, la humillación tiene que ser considerable y puede llevarte a proferir las burradas que ha soltado Puchi para justificar su presencia en el planeta Tierra. Pero Bolaños tiene razón y Puchi apenas llega a la condición de grano en el culo, aunque él se crea el hombre que tiene en jaque al perverso Estado español. Eso debe ser lo que le dicen sus sicofantes en Waterloo, empezando por el chaquetero Comín y terminando por el mallorquinarro Valtonyc, que dependen de él para las cosas del comer.
Ridiculizar siempre sale más a cuenta que insultar, pues esto último implica cierto reconocimiento de la importancia del insultado. Es una actitud que se va extendiendo entre el trato que reciben los indepes postineros de parte de las autoridades españolas: a Laura Borràs le sugieren que pida el indulto, porque total, no merece la pena echarle de comer en el trullo durante cuatro años; a David Madí se lo quitan de encima los jueces porque sus trapisondas financieras no le han salido bien a causa de haberse convertido en un pringado. Ahora le ha tocado recibir a Puchi, y algunos nos preguntamos quién será la siguiente víctima de este eficaz y humillante tratamiento.