Barcelona es una ciudad turística y, como tal, debe convivir con los visitantes para generar puestos de trabajo de calidad sin que ello comprometa la vida de los vecinos. Una tarea que recae, en última instancia, sobre el concejal de Turismo, Xavier Marcé.
La capital catalana sigue bien posicionada en cuanto a oferta hotelera, pero el veto a las aperturas de cadenas internacionales en el centro la sitúa en creciente desventaja frente a Madrid y otros destinos europeos. La solución ante un exceso de visitantes debe pasar por la definición del modelo de turismo que se desea atraer, pero la expulsión de los alojamientos de mayor calidad condena a la ciudad a un turismo low cost de masas y de escaso retorno.