El jubilado petardista
Los americanos nos habían dicho que los responsables del envío de cartas bomba (o, mejor dicho, cartas petardo, dada la escasa capacidad destructiva de las misivas) a Pedro Sánchez, Margarita Robles o la embajada ucraniana en Madrid eran los miembros de un siniestro colectivo ruso de extrema derecha, pero al final ha resultado que el de las cartas era un jubilado español de Miranda de Ebro, provincia de Burgos, llamado Pompeyo González Pascual, de 74 años de edad y al que yo creo que se puede definir tranquilamente como viejo imbécil sin que constituya una ofensa, sino una descripción bastante ajustada del personaje. ¿Cómo calificar a alguien que es fan de Vladimir Putin, que tenía en casa un busto de Lenin y un poster de la Pasionaria (aquella señora que iba siempre vestida de castañera viuda) y que era el feliz propietario de un llavero con la efigie del Che Guevara, así como de varios ejemplares del diario cubano Granma publicados en 1988?
Don Pompeyo parece, pues, un nostálgico del comunismo, aunque alguien debería informarle de que su querido Vladimir Vladimirovich tiene de comunista lo que yo de cura, dado que su especialidad triunfal ha consistido en mezclar el zarismo con la iglesia y el estalinismo a la hora de hacerse el amo de su país. Es posible, eso sí, que don Pompeyo se haya tragado la trola de que Ucrania es un país en el que impera el fascismo y al que los rusos querían liberar con su invasión que, por otra parte, no les está saliendo muy bien que digamos: Putin creía poder plantarse en Kiev en dos semanas y ya vamos para un año de guerra, que puede inclinarse en favor de Ucrania si europeos y americanos nos damos un poco de prisa a la hora de enviarle al presidente Zelensky los tanques y los aviones que nos pide.
No me parece descartable que don Pompeyo no acabe de estar del todo bien de la cabeza. Ese es el caso del único que le ha hecho sombra estos días en asuntos relacionados con el terrorismo, el marroquí Yassine Kanjaa, que pasó una temporada en un manicomio de Tánger y que el otro día asesinó a un sacristán en Algeciras (estos dos podrían protagonizar un remake español de la película Dos tontos muy tontos). De los dos enajenados, eso sí, el que brilla con luz propia es el español. Zoquetes metidos a yihadistas los hay a patadas, lamentablemente (aunque, sobre todo, ¡no caigamos en la islamofobia!), pero jubilados comunistas que almacenan ejemplares de Granma de hace décadas y están a favor de Rusia en la guerra con Ucrania tiene que haber, forzosamente, muchos menos. Es muy probable, incluso, que don Pompeyo sea el único. Y a su edad, francamente, no creo que sea posible reeducarlo para que se reintegre a la vida normal de un jubilado (jugar a la petanca o supervisar obras públicas, por ejemplo) cuando salga de la cárcel en que ha sido ingresado por su presunto terrorismo de bajo nivel (se han encontrado explosivos en su domicilio, señal de que igual pretendía seguir enviando sus cartitas).
Reconozco que es muy triste que te enchironen a los 74 años, pero la verdad es que don Pompeyo se lo ha ganado a pulso. Confío, eso sí, que el juez sea magnánimo con él y le deje llevarse a la celda el busto de Lenin, el llavero del Che y el poster de la Pasionaria. Ah, y los ejemplares del Granma, que en el trullo hay mucho tiempo libre para dedicarlo a la lectura de prensa imparcial y objetiva: aunque los artículos sean de 1988, seguro que don Pompeyo extrae de ellos algún tipo de consuelo ideológico (si es que no lo acaban internando en un sanatorio tras un examen psiquiátrico, como al asesino de Algeciras, lo que también podría ser).