Los lazis también soban (presuntamente)
Pintan bastos para el periodista Saül Gordillo (Calella, 1972) desde que a principios de diciembre se le fueron presuntamente las manos en dirección a una subordinada del diario digital que dirige, Principal. Los hechos tuvieron lugar en la sala Apolo tras una cena navideña de empresa y la afectada se queja de que el señor Gordillo se la empezó a trabajar en el taxi de camino al local y, una vez allá, en la barra, no tuvo mejor idea que meterle mano por debajo de los pantalones (no se ha especificado si por delante o por detrás). Gordillo se defiende asegurando que llevaba una tajada de capitán general y que no recuerda los hechos con precisión. En el ínterin, otra redactora de su diario lo acusa de haberle practicado el mismo tratamiento que a su compañera, en el mismo sitio y la misma noche. Algo así, en plena era del Me Too y el Solo sí es sí, es suficiente para que se te caiga el pelo (aunque seas calvo total, como el señor Gordillo), te apliquen el tratamiento Harvey Weinstein y, como te descuides, te cancelen.
Pese a llevar toda su vida profesional a la sombra de ERC, que le ha ayudado notablemente a medrar, como pudo comprobarse cuando lo nombraron director de Catalunya Radio (así funciona el reparto de cromos en el lazismo: la radio para ERC y TV3 para los convergentes, pues por esas fechas le cayó la dirección de la nostra a Vicent Sanchis), el partido de sus entretelas se ha pasado por el arco de triunfo la presunción de inocencia y el señor Gordillo ya ha sido puesto de vuelta y media por algunos destacados miembros de ERC, que no han esperado ni a ver qué tiene que decir la justicia al respecto (algo parecido le ocurrió en Junts x Puchi a Eduard Pujol, el hombre al que perseguía un desconocido en patinete por las calles de Barcelona y que recibió unas acusaciones de abusos sexuales que finalmente se quedaron en nada). Corren muy malos tiempos para los que tienen las manos demasiado largas (hombres que me leéis: haced memoria y seguro que os sale algún recuerdo de una metedura de pata de índole sexual, aunque lo más probable es que, como es mi caso, nunca se os ocurriera meter las zarpas por dentro de los pantalones de una señorita por muy cocidos que estuvierais).
Evidentemente, no pretendo salir en defensa del señor Gordillo, al que no conozco personalmente, pero siempre he considerado un profesional del medro con una gran habilidad para caer invariablemente de pie. Lo cesaron de Catalunya Radio, sí, pero hace poco fue recogido y acogido por el inefable Nicola Pedrazzoli en su ruinoso canal de televisión 8TV, junto a otros deshechos de tienta del sector audiovisual del régimen como Vicent Sanchis, Pilar Rahola o el ya citado Eduard Pujol, el rey de la no audiencia. Es más, el digital que ahora dirige nuestro hombre (aunque le han dado ocho días de permiso con sueldo, esperando a ver si lo suyo evoluciona favorablemente) pertenece también al ínclito Pedrazzoli.
Con unas copas de más, todos podemos meter la pata. Pero todo depende del matiz, y el señor Gordillo da la impresión de haber procedido de la peor manera posible en una época en la que tales excesos ya no son vistos con la absurda tolerancia de tiempos pasados. Lo más curioso del asunto es que alguien que ha basado su vida laboral en el medro se arriesgue a la cancelación por una salida de pata de banco insólita en alguien de su condición. En cualquier caso, concedámosle el beneficio de la duda, ya que no lo hacen quienes deberían, sus mandamases en el partido del beato Junqueras.