No te pago y te pongo verde

Se ha lucido el abogado Alonso –Cuevillas con la que ha liado tras pasar por un restaurante de Gerona del que echó pestes en Twitter tras un ágape compartido con unos amigos (lo de que tenga amigos también es una noticia relevante). La cuenta se le antojó excesiva al leguleyo post convergente y así se lo hizo saber a sus seguidores (lo de que tenga seguidores, etcétera), lo cual motivó una respuesta airada por parte del establecimiento, que le acusó de haberse bajado una botella de morapio él solito y haberse hecho el longuis a la hora de pagarla. Asimismo, el mensaje incluía la petición de que Cuevillas no volviese jamás al restaurante en cuestión. Viendo que se había pasado un par de pueblos, el abogado borró su tuit, pidió disculpas y fue perdonado por los del establecimiento, al que dice que piensa volver, si es que deja de regir la fatua que le cayó por bocazas y aspirante a gorrón (la cosa se quedó en un conato de simpa porque lo pillaron a tiempo).

Con lo cansino que está todo esto del prusés, la verdad es que se agradecen noticias como ésta, aunque no sean gran cosa. ¿Largarse de un restaurante sin pagar? Bah, pecata minuta en un partido político célebre por sus trapisondas financieras a lo 3%. Lo que más sorprende en el compadre de Laura Borràs (y su secuaz Dalmases, cuyas consecuencias de sus ataques de ira hacia periodistas estuvo demorando nuestro hombre durante varias semanas) es la arrogancia de alguien que se auto invita a una botella de vino y luego se acoge a su derecho de no abonarla. Algo debe quedar del gallardo militante de extrema derecha que fue Cuevillas en su juventud universitaria, cuando iba por ahí con pulseritas de la bandera de España y dando vivas al Caudillo (lo sé de buena tinta: tengo un amigo que estudió Derecho con él). Puede que esa etapa haya sido piadosamente olvidada por sus actuales compañeros en la lucha por la independencia, pero existir, lo que se dice existir, existió: el hombre evolucionó (por llamarle de alguna manera a lo suyo) hacia el soberanismo como Jorge Verstrynge, que estaba en las mismas que él, se convirtió en un señor de extrema izquierda tras pasar por el PP y el PSOE (en esta vida hay que probarlo todo, ¿no es cierto?).

Nadie sabe si Cuevillas es o no es un buen abogado porque eso es algo que ya no tiene la menor importancia ni para él. Su actual buena fortuna se deriva de haberse situado a la buena sombra del independentismo que lo cobija. Y tampoco creo que le hayan caído excesivos reproches por parte de sus mandamases: a fin de cuentas, si en una Cataluña independiente habría helado de postre cada día, también se podría, digo yo, largarse sin pagar de los restaurantes. Comparado con los trapis de la Geganta del Pi, lo de Cuevillas no deja de ser un intento de simpa que habría pasado inadvertido si no le llega a dar por ejercer de crítico gastronómico a destiempo. La próxima vez, estimado leguleyo, coma, beba y calle. Ah, y, sobre todo, ¡pague!