Renovarse o morir
Desde que Albert Rivera decidió suicidarse políticamente, llevándose por delante el partido que dirigía, nadie sabe gran cosa de Ciudadanos, al que las encuestas pronostican un futuro tan negro que podría llevarle a la desaparición. Con Rivera, las cosas estaban claras: un partido de centro izquierda se había convertido en uno de derechas y pretendía robarle la merienda al PP (algo imposible, pero que a su líder le pareció factible: Dios le conserve la vista). Con Inés Arrimadas ya ni se sabe de qué va lo que queda de Ciudadanos, y cuando algo no se sabe para qué sirve, hay muchas posibilidades de que se trate de un artefacto inútil condenado a la extinción. Si Rivera fue un líder que se equivocó por completo al pretender sustituir al PP, Arrimadas, directamente, no parece saber qué pretende con el partido que hace como que dirige. Rivera tenía un pico de oro y hasta hubo un momento que resultaba verosímil que llegara a presidente de la nación (o a vicepresidente, que es el cargo que le ofreció Pedro Sánchez y que él rechazo tan gallardamente porque le parecía poca cosa, lanzando al arribista en cuestión en manos de Podemos y ciertos enemigos del estado). Arrimadas nunca se ha expresado muy bien, ofreciendo a menudo esa imagen robótica tan típica de los que repiten cosas que nunca han llegado a entender del todo. Con ella, Ciudadanos se está yendo al hoyo, por lo que no es de extrañar que le crezcan los enanos o que un compañero pretenda arrebatarle el cargo, como es el caso del señor Edmundo Bal Francés (Huelva, 1967), quien parece haberse tomado muy en serio las posibilidades de desaparecer que acechan a Ciudadanos.
Yo ya no sé si, a estas alturas, hay manera humana de salvar a Ciudadanos, pero es evidente que con el tono que ha impuesto la señora Arrimadas no se va a ninguna parte. Los que alguna vez votamos a ese partido, antes de que a Rivera se le fuera la olla y lo convirtiera en algo totalmente distinto a lo que era en sus orígenes, ya no sabemos si es de derechas, de centro derecha, liberal a secas o vaya usted a saber qué. Hace unos días se habló de un posible regreso de Jordi Cañas –socialdemócrata procedente del PSC-- a España para contribuir a la renovación del partido, aunque no sé si forma parte del movimiento interno promovido por Bal. Por el camino, el partido ha ido perdiendo a gente interesante como Luis Garicano y Toni Roldán y ahora sale el señor Bal a decir que las cosas no pueden seguir así, teoría con la que no puedo estar más de acuerdo. Bal se define de centro-centro, que no sé muy bien lo que es, pero siempre suena mejor que intentar competir con el PP por el voto de la derecha. Yo diría que la única manera de sobrevivir como partido es que Ciudadanos vuelva a ser lo que fue en su etapa fundacional: un partido de centro izquierda no nacionalista. Pero no sé si a estas alturas, tras tantas meteduras de pata y maniobras erráticas, se está a tiempo de recolocar el partido en el mapa político español.
A efectos simplemente prácticos, en la derecha ya hay mucha competencia, mientras que en el centroizquierda queda bastante terreno por recorrer gracias a toda la gente que no aguanta al PSOE de Sánchez ni, mucho menos, a los de Podemos. Para salvar a Ciudadanos habría que formar una dirección que dejara claro lo que se pretende, que no debería tener nada que ver con lo que intentó Rivera ni con lo que hace Arrimadas, que no sabemos muy bien qué es. ¿Pero se está a tiempo de salvar al partido? La verdad es que no estoy muy seguro. El primer Ciudadanos cumplía una función muy clara. Los que vinieron después, ya no tanto. Hay que renovarse o morir. Aunque también es posible renovarse y morir. Wait and see, que dicen los anglos.