Ya sé que las grandes noticias de los Grammy latinos han sido el montón de premios que se ha llevado Jorge Drexler y el nuevo triunfo de Rosalía con su Motomami, pero siempre he sentido cierta debilidad por Las Migas y me apetece destacar que se llevaron el galardón al mejor disco de flamenco del año por su Libres, que cuenta, por el mismo precio, con la colaboración de figuras como Estrella Morente o Tomatito. Las Migas, siempre desde Barcelona, llevan dedicadas a lo suyo desde el 2004, cuando puso en marcha el grupo la guitarrista sevillana Marta Robles, que es, si no me equivoco, el único miembro original que queda actualmente y su principal compositora. Las Migas siempre han sido cuatro flamencas (con ciertas querencias pop), pero no siempre las mismas. Actualmente van por su cuarta cantante, Carolina Fernández, alias La Chispa, y antes de ella ocuparon el cargo, por riguroso orden, Silvia Pérez Cruz (en el álbum de 2010 Reinas del matute), Alba Carmona (Nosotras somos y Vente conmigo, publicados en 2012 y 2016) y Begoña Salazar (Cuatro, 2019).
Lo de las Migas nunca ha sido un éxito global a lo Rosalía. Ni tan siquiera han alcanzado la popularidad que sí logró en solitario su primera cantante, Silvia Pérez Cruz. Pero han mostrado desde sus inicios una constancia admirable que ha acabado por hacer de ellas, entre cambios constantes en la formación (aunque respetando siempre la estructura de dos guitarras, voz y violín), un valor seguro de un flamenco no especialmente purista y abierto a cualquiera que tenga algo de oído en vez de un simple par de orejas. Formación exclusivamente femenina, las Migas nunca han hecho bandera de ello ni se han dedicado a ir por ahí haciéndose las empoderadas. Simplemente, son cuatro mujeres y eso es lo que hay: que yo recuerde, nadie le ha afeado nunca a los Stones el no haber incluido a ninguna mujer en alguna de sus formaciones.
Mentiría si dijera que sé cuál es exactamente el público de las Migas, que lo tiene, ya que, en caso contrario, no llevarían aguantando el tirón desde el ya lejano año 2004. Intuyo que no son para puristas del flamenco, aunque igual me equivoco. Sé que algunos de esos puristas las consideran unas frívolas que coquetean con el pop (también Miguel Poveda o el Niño de Elche han encajado abundantes chorreos provenientes de ese sector), pero a mí me da lo mismo, ya que sus discos me han parecido siempre frescos, interesantes y muy asequibles para aquellos que, como yo, en el flamenco no llegan mucho más allá de Camarón, un tipo capaz de ponerle los pelos de punta a cualquiera, aunque no tuviera ni pajolera idea de flamenco. De hecho, sus devaneos pop me las han hecho siempre especialmente estimulantes, y la mezcla que ofrecen de versiones y temas propios resulta infecciosa en el mejor sentido del término. Los cambios de cantante, que podrían haber sido fatales, se han resuelto siempre con gran eficacia y nunca han afectado negativamente a los resultados musicales.
Me consta que las Migas han pasado prácticamente inadvertidas en la última edición de esos Grammy latinos que han coronado nuevamente a Drexler, Rosalía o Fito Páez, pero me alegro sinceramente de su premio por Libres, que espero las ayude a no dejar pasar tanto tiempo entre disco y disco.