El mundo en que vivimos es rico en personajes reales que podrían ser perfectamente el villano de una película de James Bond. Entre todos ellos, mi favorito (por decir algo) es Elon Musk, patrón de los coches eléctricos Tesla y reciente comprador de Twitter, compañía que está poniendo patas arriba desde que se hizo con ella tras un irritante período de que ahora sí, ahora no, ahora me lo vuelvo a pensar, ahora me decido, que me hagan un descuento, bueno, vale, ya pago lo que dije que pagaría, pero ahora os vais a enterar de quien soy, pandilla de holgazanes…
Reconozco que hay otros sujetos que también quedarían divinamente como archienemigos de 007: Mark Zuckerberg, Bill Gates o Jeff Bezos harían un buen papel sentados en un sillón y acariciando a un gato mientras le dicen a Bond que lo van a descuajeringar de inmediato. Pero Musk resulta insuperable gracias a su parecido físico con el mayordomo mofletudo que anunciaba el limpiador Netol en mi infancia, a sus maneras chulescas, a sus decisiones a menudo erráticas y a su aspecto general de master of the universe que se puede acabar de volver loco en cualquier momento. Pensemos, además, que nuestro Electric Man sobrevivió a una relación con Amber Heard, la muy tóxica señora que estuvo a punto de acabar con lo que quedaba de Johnny Depp, lo cual le otorga un aura de súper hombre a la que no pueden aspirar Zuckerberg, Gates o Bezos.
Mientras se dedicaba a sus coches y sus satélites, el señor Musk no parecía haber sacado nunca al negrero capitalista que llevaba dentro. Con la compra de Twitter, ese explotador interior ha salido al exterior con lo que parece hambre acumulada, pues Musk no para de hacer cosas que no sé hasta qué punto pueden salirle bien (aparte de que le están haciendo quedar como un gañán de la gran empresa). De momento, ha despedido a todos los directivos de Twitter y a miles de curritos de la compañía y les ha dicho a los demás que espabilen y se pongan a trabajar en serio si no quieren compartir el destino de los cesantes. Además de eso, se ha sacado de la manga unas tarifas por publicar exabruptos en Twitter que no han hecho ninguna gracia a los usuarios (Stephen King le dijo a Musk que debería pagarle él por hacerlo), ha organizado una especie de referéndum interno para decidir si se le devuelve la cuenta a Donald Trump (y puede que a otros energúmenos del mismo jaez), ha chapado las oficinas centrales de Twitter no se sabe muy bien por qué, tras decir a sus empleados que igual vuelven a trabajar el lunes…Esto último no le ha salido muy bien, ya que hay quien ha aprovechado para proyectar en la sede de San Francisco una retahíla de insultos contra el magnate sudafricano que no se distingue por su sutileza (le llaman de todo menos bonito).
En estos momentos, Elon Musk, que es el hombre más rico del mundo, si no ando errado, es percibido como un majareta, un explotador, un matón y un bocazas. Puede que esas características lo acerquen al colaborador medio de Twitter, pero le otorgan una aureola miserable que lo aleja de poder enfrentarse dignamente algún día a James Bond. Si sigue en ese plan, capaz le creo de presentarse a presidente de los Estados Unidos con Kanye West de segundo de a bordo.