El líder de ERC pasará diez días por tierras de Latinoamérica y su propia formación ha admitido que en su agenda se incluye como elemento primordial vender la idea de que España es un estado represor del independentismo catalán. La simple idea de poder viajar desde el Estado supuestamente represor a miles de kilómetros, a conveniencia, y regresar del mismo modo, ya da una imagen un tanto extraña de la historia. Pero si además se anima a contar a sus interlocutores (que, por otra parte lo conocerán de sobra) que puede hacer esa gira gracias a que el Gobierno de ese Estado decretó su indulto y el de otros ocho lideres separatistas condenados por graves delitos, el relato comienza a tornarse bufo por momentos.
Y si, ya puestos, incluye que su partido acaba de celebrar como un triunfo propio que ese Gobierno de ese Estado promulgará la supresión de esa figura penal por la que fueron condenados, los interlocutores pueden empezar a pensar que Junqueras es un artista que, a la vieja usanza, pretende “hacer las Américas”. Lo peor es que todo ello es a costa de seguir desgastando la imagen de Cataluña por todo el mundo.