Love story
Hay que ver qué vista tenía nuestro querido rey emérito para las mujeres, ¡qué mirada de lince! En cuanto se cruzaba en su camino una oportunista ávida de dinero, se enamoraba perdidamente de ella y acababa metiéndose en unos fregados de aquí te espero. Bárbara Rey le sacó todo lo que pudo mientras llenaba el tálamo de cámaras y micrófonos por si el material registrado podía serle de utilidad en algún momento de su, digamos, carrera artística. La aristocrática Corinna Von Larsen (que accedió a la nobleza por vía matrimonial, no porque procediera de alta cuna) le aplicó al emérito el mismo tratamiento que la señora Rey, pero con el tronío propio de los que tienen sangre azul, aunque sea prestada, como es su caso. Durante años, los rumores sobre lo de don Juan Carlos con la viuda del domador corrieron libremente, pero nunca llegaron a hundir en la miseria moral al borbón con la eficacia con la que lo está logrando la inefable Corinna. De la que, como todos hemos podido observar, no hay quien se libre. A Bárbara le dabas un programa churroso de televisión en Canal 9 y se quedaba tranquila una buena temporada, pero la teutona es insaciable y se mueve por una mezcla mortal de rencor hacia el emérito y amor al dinero francamente grimosa.
Últimamente, a Corinna le ha dado por decir que el CNI la quería eliminar, que recibió amenazas de muerte de las más altas instancias y que se consideró en tiempos la inevitable esposa de don Juan Carlos, al que quiso con locura. Ni una palabra, eso sí, de toda la pasta con la que arrambló durante sus años de relación, digamos, sentimental con nuestro ínclito rey emérito. Mujer de negocios, Corinna encontró en don Juan Carlos el socio ideal para sus trapisondas financieras, por no hablar del dinero que éste gentilmente le ofrecía cada dos por tres (aunque a veces le saliera con que a ver si se lo devolvía: Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita). Un dinero que, según nos cuenta ahora la interfecta, aparecía en bolsas de basura, procedente de las turbias amistades del borbón, y que éste recibía con la ilusión propia de un niño de cinco años (la descripción es de Corinna, no mía).
Las monarquías ya no son lo que eran. De hecho, creo que empezaron a irse al carajo cuando a los royals les dio por casarse por amor, en vez de aceptar sin chistar al primer espantajo real que les pusieran por delante. Recordemos la que lio Lady Di cuando se dio cuenta de que el amor no entraba en los planes de los Windsor y de que ella estaba para fabricar herederos y estarse calladita: un poco más y se lleva por delante a la monarquía británica. En ese sentido, no parece que la actitud de Corinna pueda afectar mucho a Felipe VI, pero al emérito le puede dar la puntilla. Mujer de su tiempo, Corinna hasta ha recurrido al podcast por entregas para poner de vuelta y media a su antiguo amante (y benefactor con dinero público), al que ha llevado a juicio y todavía nos lo van a empapelar en Inglaterra. Como las monarquías ya no son lo que eran, hasta la figura de concubina real se ha deteriorado notablemente, como demuestra la actitud chulesca, exigente y codiciosa de la señora Von Larsen. En vez de callarse y agradecer la pasta y los chollos que le sacó al emérito, la buena señora quiere venganza, más dinero y que don Juan Carlos pase a la historia como un perfecto papanatas (como si necesitara ayuda para eso). En fin, ya se sabe que el mundo está lleno de desagradecidos, sea cual sea el color de su sangre.