El hombre que no se enteraba de nada
El tenebroso caso del 3% no se acaba nunca. Nos habíamos (casi) olvidado de las famosas trapisondas convergentes para cobrar mordidas empresariales cuando se ha puesto en marcha de nuevo la maquinaria judicial que apunta hacia Germà Gordó, los tesoreros Andreu Viloca y Daniel Osácar y un número indeterminado de empresarios conscientes de que si querían pillar cacho en la Generalitat de Artur Mas (alias El Astut) les tocaba apoquinar una pasta gansa (el famoso 3%). Las acusaciones incluyen penas de cárcel y cuantiosas multas, pues se supone que Convergència llegó a recaudar cerca de dos millones de euros para sus cosas con las triquiñuelas de la época. Curiosamente, ninguno de los señalados por la justicia hace lo que se suele hacer en estos casos, que es echarle la culpa de todo al jefe. Artur Mas, que ya debe de tener bastante con los embargos que lo acechan constantemente, ha conseguido quedarse fuera de la cuadrilla de supuestos mangantes, de la misma manera que Mariano Rajoy logró que no le salpicara mucho el escándalo de la caja b del PP. En ambos casos, eso sí, uno se pregunta qué es peor, que el mandamás sea el corrupto en jefe o que sea un badulaque que no se entera de nada. Tanto si es una cosa como la otra, uno se queda con la impresión de que con semejante manera de ir por la vida no se puede presidir ni una comunidad de vecinos.
La verdad es que, hasta el momento, Artur Mas ha salido relativamente bien librado de todos los fregados en que se metió desde que a Jordi Pujol no le quedó más remedio que ponerle al mando de la nave convergente (al Astut le encantan las metáforas marineras: recordemos el timón que colgó en una pared de su despacho cuando accedió al cargo) porque al heredero oficial, su hijo Oriol, lo pillaron con un timo cutre del sector automovilístico en grado de tentativa. Mas se sacó de la manga el prusés, montó el primer referéndum independentista de pegolete, fue arrojado a la papelera de la historia por las chicas de la CUP y se despidió con un regalo envenenado para los catalanes, el sustituto al que eligió a dedo, Carles Puigdemont, actualmente huido de la justicia española por organizar el segundo referéndum de pegolete. Antes de meterse en política, Mas ya demostró ser un inútil en el mundo empresarial, pues las dos firmas por las que pasó no se recuperaron nunca de su brillante gestión. Últimamente, se dedica a intentar pasar desapercibido y a mantener un perfil bajo. Básicamente, ya solo sale en los papeles como posible víctima de algún embargo judicial. Suponemos que sigue siendo convergente, pero no se le oye mucho ni en Junts x Cat ni en el PDECat, partido que ha heredado la deuda de la Convergència de toda la vida, aunque yo creo que debería ir a pachas con los de Puchi, pues todos son, de una u otra manera, convergentes, dejando aparte su grado de independentismo.
A mí, la verdad, me cuesta un poco creer que el Astut no se enterara de nada mientras Gordó, Osácar y demás recaudaban de manera tan peculiar monises para el partido (tampoco me cuadra que el jefe de la fundación CatDem, antes Trias Fargas, por aquella época, Agustí Colomines, no supiera que su noble institución se usaba para desviar dinero hacia Convergència). Aunque no tiene muchas luces, no se le puede considerar precisamente un tonto de baba. Pero el caso es que nadie lo señala, lo cual nos obliga a otorgarle la presunción de inocencia. Puede que lo sea, pero entonces resultaría que el Astut, ese caudillo providencial, era un pasmarote de tomo y lomo. ¿El jefe de la banda o uno que no se enteraba de nada? Insisto: no sé qué es peor.