Me encanta Senegal

Políticamente hablando, los españoles estamos en manos de genuinos cracks de tan discutible oficio, tanto en el Gobierno como en la oposición. ¿Que Pedro Sánchez se planta en Kenia y dice que está encantado de visitar por primera vez Senegal? Pues al cabo de unos días –después de que nos hayamos llevado las manos a la cabeza por uno de esos errores geográficos que tanto cometía, no sé por qué, Ronald Reagan-, Núñez Feijóo nos cuenta que George Orwell escribió en 1984 una novela distópica sumamente interesante que todos deberíamos leer. El presidente del Gobierno se equivoca de país y el jefe de la oposición confunde el título de un libro con el año en que se publicó. Enhorabuena a ambos por lo mucho que refuerzan la autoestima nacional.

De todos modos, hay que distinguir entre uno y otro. Sánchez se distingue, en mi opinión, por tener una potra que deja en mantillas la célebre baraka de su antecesor socialista Rodríguez Zapatero. Núñez Feijóo, por el contrario, parece seguir la senda cachazuda y algo confusa de Mariano Rajoy y suele recordarnos al proverbial gallego que te lo cruzas por una escalera y no sabes si la sube o la baja (y cuando toma una decisión radical, parece que ello se debe a que alguien le ha obligado a hacerlo). No estoy diciendo que Sánchez sea mejor político que Feijóo, pero sí que como trilero es insuperable. En este momento, tiene varios frentes abiertos y les va haciendo frente con esa mezcla ya tan habitual de cara dura y suerte que lo caracteriza. Hasta ha sido capaz de aprovechar la espantada del PP con lo del CGPJ para presentarse como un estadista ejemplar que debe soportar los cambios de humor de un irresponsable (aunque, en el fondo, Feijóo acierte cuando dice que lo de la reducción de las penas por el delito de sedición solo es otra manera de agarrarse al sillón). Yo diría que Feijóo ha dejado pasar la oportunidad de presentarse como el estadista que tampoco es al caer en la trampa de la sedición: en Europa ya nos han dicho varias veces que renovemos el CGPJ de una puñetera vez y no contribuye mucho a la buena imagen de España que la oposición no colabore en lograrlo, por mucho que lo de la sedición sea una triste manera de conseguir el apoyo de los enemigos del Estado (que lo es). Gracias a esta salida de pata de banco de la oposición, Sánchez puede seguir presentándose como lo que cree que es, un caudillo providencial, y quedar como lo que no es, un político serio y fiable que no piensa nunca en asuntos personales.

No sé cómo se saldrá de lo del CGPJ, pero es indudable que los demás frentes los tiene bastante bien cubiertos: sigue llevándose al huerto a ERC con lo de la mesa de diálogo, contemporizando con Podemos a cuenta de la ley trans e incrementando el presupuesto militar medio de tapadillo para quedar bien con Frau Von der Leyen. Al mismo tiempo, oliéndose que Feijóo le va a soplar el sillón en las próximas elecciones, se ha hecho con la presidencia de la Internacional Socialista, aunque lo suyo no tenga mucho que ver ni con el socialismo en general ni con la socialdemocracia en particular. Puede que nadie se crea ya que solo le mueve el interés general, pero hay que reconocer que como liante es insuperable y goza de una baraka de las buenas, empezando por el opositor que le ha caído, un hombre que cuando se le presenta la oportunidad de ejercer de estadista, cede ante lo más carca de su partido y deja a los jueces a los pies de los caballos (europeos), cuando más le habría valido separar los temas y renovar el CGPJ con Sánchez, haciendo constar el arribismo de éste, si así le place.

Estamos en unas manos políticas lamentables, tanto en el Gobierno como en la oposición. Pero eso no quita para reconocer que la potra del señor Sánchez es inaudita, así como su habilidad para torearse a sus socios y acabar siempre sacándoles algo que igual no es bueno para el país, pero que a él le viene de perlas. De momento, lo único que no le está saliendo muy bien es lo de colocarle a alguien la serie documental sobre su augusta persona, dado que las plataformas de streaming silban y miran hacia otro lado cuando se la ofrecen. Pero me temo que nos la acabaremos tragando, que no pasará como con aquella miniserie sobre Rodríguez Zapatero que produjo Jaume Roures y dirigió David Trueba (con Pep Guardiola de presentador) y que lleva años metida en un cajón: así se verá quien de los dos es el feliz poseedor de una genuina baraka.