La otra Agatha Christie
Nos ha dejado la actriz Angela Brigid Lansbury (Londres, 1925 – Los Ángeles, 2022), a la que recordamos principalmente por su papel de la escritora Jessica Fletcher en la serie de televisión Se ha escrito un crimen (Murder, she wrote), que se tiró en antena la friolera de doce años, entre 1984 y 1996. Se ha escrito un crimen, al igual que Colombo, es una de esas series a las que me gusta describir como confortables: al cabo de unos pocos episodios, te sentías en ella como en el salón de tu propia casa. Como con las aventuras del teniente Colombo, no esperabas grandes sorpresas de las hazañas de la señora Fletcher, y ni tan solo te sorprendía que en el pequeño pueblo en el que vivía la gente cayera como moscas, para pasmo y estupor del sheriff local, un simplón que, sin la ayuda de la célebre autora de novelas de misterio, no solo es que no hubiera resuelto ni un caso, sino que tendría serios problemas para abrocharse los cordones de los zapatos. Mezcla de Agatha Christie y de uno de sus principales personajes, la metomentodo señorita Marple, la señora Fletcher, que jamás se preguntaba cómo podía haber tanto crimen en su apacible lugar de retiro, resolvía todos los casos sin despeinarse ni ponerse excesivamente en peligro (aunque lo primero que debería haber hecho la delincuencia local era eliminarla). Ideal para la hora de la siesta, Se ha escrito un crimen abordaba el género policial desde una perspectiva amable y previsible que hacía las delicias de quienes se habían dejado atrapar por la serie, claro ejemplo de un subgénero poco transitado, el thriller tranquilo, seguro, sin grandes sobresaltos y con unas pequeñas dosis de humor chusco (frecuentemente, a cargo del badulaque del sheriff). Con el papel de Jessica Fletcher, Angela Lansbury se hizo famosa y consiguió que el espectador medio la reconociera, pero lo cierto es que ya llevaba una larga carrera a la espalda antes de Se ha escrito un crimen.
Cuando su familia emigró a los Estados Unidos en 1940 para esquivar las inclemencias del blitz, la señorita Lansbury hizo sus pinitos en el cine americano, consiguiendo sendos papeles secundarios en Luz de gas (1944) y El retrato de Dorian Grey (1945). Salvo algunas excepciones, fue siempre una fiable actriz secundaria que se hizo notar especialmente en El mensajero del crimen (The manchurian candidate), extravagante thriller de John Frankenheimer protagonizado en 1962 por Frank Sinatra y Laurence Harvey. A finales de los 60, se trasladó a Irlanda, dicen que para alejar a su hija del clan Manson, cuya compañía había frecuentado. Se casó dos veces: la primera con el decorador homosexual Richard Cromwell, que ansiaba curarse de sus cosas, pero no lo consiguió (el matrimonio duró menos de un año), y la segunda con el actor Peter Shaw (que le duró hasta 2003, cuando falleció).
Aunque nunca paró de trabajar, da la impresión de que se había estado preparando desde el principio para Se ha escrito un crimen, serie que le hizo pasar a la historia y que contenía un elemento tan inexplicable como el elevado número de crímenes del pueblecito de postal en el que se desarrollaba la acción: ¿Cuándo escribía sus novelas la señora Fletcher si se pasaba la vida resolviendo asesinatos reales?