Da la impresión de que a David Madí Cendrós (Barcelona, 1971) se le ha acabado bruscamente la suerte, pues lo acaban de cesar de su cargo de presidente de Aigues de Catalunya, la empresa del valenciano Eugenio Calabuig con la que éste, dado a la expansión nacional e internacional, pretendía hacerse notar en los asuntos del agua de mi querida comunidad autónoma. Lo había contratado por su agenda y sus contactos, pero parece que ni una ni otros son ya lo que eran cuando ejercía de consejero de Artur Mas y era el perejil de todas las salsas convergentes.
Pese a participar en todos los complots soberanistas habidos y por haber, el nieto del señor Floïd, siempre ha conseguido salirse de rositas de todas sus discutibles actividades patrióticas y hasta medrar en empresas de ámbito nacional (o estatal, según el punto de vista nacionalista) como Endesa y Telefónica, donde llegó a ocupar importantes cargos. La habilidad de Madí siempre consistió en quedarse a la sombra, en no dar mucho la cara en las iniciativas independentistas y conseguir que otros pringaran por asuntos en los que él algo había tenido que ver (aunque se conoce su admiración por el general Patton, Madí ha ejercido más bien de conde Drácula, príncipe de las tinieblas). Auto nombrado spin doctor en jefe del prusés, Madí mostró siempre una habilidad admirable para compatibilizar el amor a la patria con el amor al dinero, que es lo más convergente que hay. A diferencia de otros compañeros de, digamos, lucha, nunca ha tenido un pelo de tonto y siempre ha conseguido medrar socialmente mientras se suponía que trabajaba por la independencia del terruño. Por lo menos, hasta ahora, cuando parece vivir un momento especialmente bajo de su carrera: me lo echan de Aigues de Catalunya, no se aclara con sus servicios de ambulancias por España y aún no se ha librado del todo del caso Voloh.
Ya lo decía Héctor Lavoe: “Todo tiene su final, nada dura para siempre. Es preciso recordar que no existe eternidad”. Afortunadamente, la decadencia le coge en compañía de Maria de la Pau Janer, escritora mallorquina, viuda del televisivo doctor Corbella y gran amiga en tiempos del ejemplar Jaume Matas: las derechas siempre se acaban llevando bien, y ser convergente o pepero es un detalle sin importancia.
De todos modos, no demos todavía por muerto al señor Madí. Yo diría que es de los que se crecen en la adversidad y que se va a resistir todo lo que pueda a aceptar su condición de has been patriótico-financiero. Es cierto que su decadencia sigue el mismo rumbo que el partido de sus entretelas, convertido en un movimiento de liberación nacional, según esa lumbrera que es Jaume Alonso Cuevillas, pero sin mando en plaza tras abandonar el gobiernillo de Pere Aragonès. Pero si tuviera que apostar por la supervivencia de los post convergentes o de David Madí, me inclinaría, sin ninguna duda, por el nieto de mr. Floïd. Menudo es.