El hartazgo de ERC con sus hasta ahora socios en el Govern se ha saldado con un éxito en clave de partido. Los republicanos se convierten en los moderados del espacio independentista y toman el testigo de los neoconvergentes como paladines del seny. Con todo, empujar a Junts a la ruptura ha sumido al Ejecutivo catalán en su peor crisis de los últimos tiempos.
Aragonès quiere seguir siendo presidente con tan solo 33 diputados, una cifra que le convierte en el gobierno más minoritario desde la recuperación de la democracia en España y que le aboca a unos equilibrios complejos para poder acabar la legislatura. Todo ello, en un contexto que pide a gritos estabilidad para aplicar las políticas necesarias para hacer frente a una nueva crisis. Justo lo contrario del escenario que ahora se abre en Cataluña.