El líder del PSC intenta repetir en Cataluña las buenas maneras que puso en práctica cuando estuvo al frente del Ministerio de Sanidad tras el estallido de la pandemia de Covid. Ha tendido de nuevo la mano al resto de fuerzas políticas tras una Diada en la que se ha constatado que el independentismo está más que fracturado.
Con todo, se echa de menos un ejercicio de realismo en el líder de la oposición. La “mesa de partidos” no se dará en Cataluña porque, sencillamente, el grueso de los independentistas no le quieren ver ni en pintura, aunque los socialistas sean necesarios para alcanzar mayorías en el Parlament. Illa debería centrarse en los pactos posibles y realistas para fiscalizar luego su cumplimiento. Lo ocurrido con la lengua en los colegios, donde el acuerdo a favor del bilingüismo se ha convertido en un blindaje del monolingüismo catalán más excluyente, no solo es una lección en toda regla sobre la catadura de sus interlocutores, sino que le obliga a revertirlo.