Premio a la constancia
Ya han oído ustedes a Pere Aragonès, presidente de la Generalitat merecedor a partir de ahora del alias de Pere el Magnánimo (que siempre suena mejor que El niño barbudo o El petitó de Pineda): aunque haya un cambio de gobierno en España y llegue al poder la derechona, el hombre está dispuesto a mantener viva la célebre mesa de diálogo con el perverso estado español.
Parece que se le ha olvidado que, como dicen los ingleses, hacen falta dos para bailar el tango, y que cabe la posibilidad de que Feijoo, caso de ganar las elecciones, desconvoque la citada mesa, posibilidad que se incrementa si se ve obligado a contar con el apoyo de los de Abascal. Así pues, el gesto cargado de generosidad y magnanimidad de Aragonès resulta perfectamente inútil. De la misma manera que dos no discuten si uno no quiere, dos no hablan si a uno no le da la gana.
Me temo que se trata de otro gesto de cara a la galería tras el que está la intención, una vez más, de demostrar que con ERC se puede hablar de todo, no como con los enajenados de Junts x Puchi, que se cierran en banda a cualquier diálogo, siguen agarrados a la supuesta voluntad del supuesto 52% de los catalanes, consideran que Cataluña ya ha alcanzado la independencia en referéndum y que solo falta implementarla y están teledirigidos desde Flandes por un fugitivo majareta que cada día pinta menos. Hace tiempo que ERC, aunque lo disimule para no molestar a sus hooligans, ha renunciado a la independencia exprés unilateral y, de hecho, ha vuelto al autonomismo del que nunca debió salir.
Hace tiempo que ERC quiere ser la versión 2.0 de la Convergencia i Unió de toda la vida. Pero, de vez en cuando, su máximo representante tiene que hacer como que sigue anhelando la soberanía del terruño, simular que se planta y que hasta aquí podíamos llegar y marcarse alguna salida de pata de banco, como la de esa mesa de diálogo que piensa mantener viva, aunque al otro lado de dicha mesa no haya nadie con ganas de darle conversación.
Es así como Aragonés se va convirtiendo, poco a poco, en un pelmazo, en un cansino histórico con el que nadie en su sano juicio querría reunirse ni para tomar un café. Si Sánchez no necesitara sus votos (como necesita los de Bildu), le daría unos esquinazos tremendos (de hecho, ya se los ha dado, pues la última mesa de diálogo costó dios y ayuda celebrarla: es que estoy con la pandemia, es que he quedado con Zelensky para decirle que le enviaré unos tanques que no funcionan, etc…
¿Premio a la constancia o a la pesadez? Cualquiera de los dos es muy adecuado para Pere Aragonès, la voz que clama en el desierto. No le negaré su tronío al mostrarse dispuesto a hablar con quien haga falta, pero, insisto, debería averiguar si las derechas españolas tienen ganas de hablar con él. Para colmo de males, si lo consigue, los de Junts lo pondrán de vuelta y media, empezando por Laura Borràs, que se habrá pegado con Super Glue al sillón de presidenta del parlamento catalán del que la están intentando desalojar, aunque se resista. Amigo Pere, tienes una mala pieza en el telar, si me permites la catalanada. Y, sobre todo, ¡mira que llegas a ser pesado!