La propuesta del Consejo de la República de Carles Puigdemont de ocupar escuelas públicas en el quinto aniversario del 1-O es una provocación. Una acción que no aporta nada a la convivencia ni a los catalanes en general, pero crispar y alimentar la confrontación es lo único que le queda al fugado en su desesperado intento de mantener su menguante influencia política desde la distancia.