Lo único bueno que se puede decir de la despedida de Laura Borràs de su cargo de presidenta del parlamento catalán es que no ha sido necesario recurrir a la fuerza pública para desalojarla del edifico (habría que haber recurrido a un número notable de efectivos, dada la envergadura de la buena señora, y el espectáculo habría sido, como se dice por aquí, para alquilar sillas). Aparte de eso, la señora Borràs ha montado un numerito autocompasivo, resentido y acusador francamente lamentable, aunque no nos haya sorprendido dado lo sobrada que ha ido siempre y lo mal que ha tratado a la oposición durante su permanencia en el cargo. Ella está acostumbrada a mandar y no soporta que le lleven la contraria. Hasta ahora se la llevaban desde el PSC, PP, Ciudadanos y demás morralla españolista, pero acaba de ver cómo sus hermanos en la lucha por la libertad del terruño se la quitaban de encima con una alegría muy mal disimulada (¿tal vez porque no es lo mismo ir al trullo por independentista que por presunta corrupción?, me pregunto).
Evidentemente, su reacción fue la esperada: insistir en su inocencia, ciscarse en ese artículo del parlamento que la obligaba a dimitir, señalar a los responsables de su caída en desgracia (que no es ella misma, como pensamos muchos, sino los botiflers acomodaticios de ERC) y hasta congregar a sus hooligans para que se solidarizaran con ella en una maniobra claramente trumpista (afortunadamente, solo eran entre doscientos y trescientos fans y no les dio por asaltar el parlamento, a diferencia de los seguidores de Trump). No sé si Borràs ha tenido algo que ver con esas camisetas que se han impreso a toda prisa, pero, ¡no se lo pierdan!, en una de ella aparece la Geganta del Pi con una boina negra con una estrella roja que recuerda poderosamente la mítica imagen del Che Guevara ¡Laura y el Che, mismo combate!
Ya que había que irse, habrá pensado nuestra corpulenta heroína, mejor hacerlo dando un buen portazo e insultando a todo el mundo. A la pobre no le queda ni el consuelo de ser animada por su fiel Dalmases, que también tiene sus propios problemas y va a tener que dar explicaciones en el parlamento catalán por su actitud de matón y voz de su ama durante un reciente y desagradable incidente en TV3. Eso sí, caerán juntos, aunque sea con unos días de diferencia, lo cual concede cierto tiempo a los fans de Dalmases para fabricar con más calma su camiseta a lo Che Guevara.
Yo diría que historias como las de estos dos muestran bien a las claras la putrefacción del prusés, algo de lo que ya solo participa gente como la que se congregó a las puertas del parlamento para solidarizarse con la cesante. Gente que no se cuestiona nada, que se cree a pies juntillas que a Borrás se la acosa por independentista y que es capaz de ponerse una camiseta con el careto de la expresidenta, gente movida por la fe en algo que está muerto y enterrado. Y si esa pobre gente encuentra similitudes entre Laura Borràs y el Che Guevara, ¿para qué les vas a quitar la ilusión?