La rumba de Sant Jordi
La Creu de Sant Jordi es una distinción que la Generalitat reparte cada año (a capazos) entre aquellos que se supone han contribuido a la buena imagen de Cataluña. Eso, en teoría. En la práctica, como todos sabemos, es un premio para los afectos al régimen nacionalista, aunque a veces se cuele alguien que no está especialmente identificado con él y que ejerce las funciones de torna para alejar los focos del auténtico objetivo de los galardones, que es premiar a notorios separatistas de diferentes áreas sociales, incluidas las más insólitas (este año le ha caído a una pastora que a sus 95 años sigue cuidando a diario de sus ovejitas). De vez en cuando, para darse aires de tolerancia y cosmopolitismo, se premia a algún charnego de pro, pero hay que ir con cuidado a la hora de elegirlo, no nos vaya a salir respondón y renuncie al premio o, aún peor, diga que se lo pueden meter por donde les quepa. En ese sentido, el dúo de rumbita eléctrica de los hermanos Muñoz, Estopa, era una apuesta bastante segura. Aunque los de Cornellà no son muy del régimen, tampoco se han distinguido por su beligerancia hacia él. Aunque se han manifestado contrarios al prusés, no han hecho mucha sangre al respecto y, probablemente de manera acertada, se han centrado en su exitosa carrera musical, que los ha llevado a triunfar en toda España. De todas maneras, la cosa tenía sus riesgos, pues siempre podía salir algún fundamentalista, algún guardián de las esencias, a protestar porque la cruz de marras fuese a parar a una gente que canta en castellano y practica un género musical no particularmente nostrat (supuesta ofensa que ha quedado contrarrestada por el premio para la Companyia Eléctrica Dharma, que no pueden ser más cebolludos).
Afortunadamente, las quejas han sido minoritarias y se han reducido a algunas salidas de pata de banco en redes sociales, destacando, como de costumbre, las del mosso Donaire, que llevaba cierto tiempo callado y se ha tenido que agarrar a los Estopa para volver a rebuznar en Twitter, que es lo suyo. En la prensa del régimen, han ganado por goleada los favorables a la concesión a los hermanos Muñoz de la Creu de Sant Jordi (ejemplar articulo el de Jordi Bianciotto en Nació Digital), así que la cosa se ha resuelto de forma aparentemente satisfactoria para todos. Los Muñoz contribuyeron al buen rollo con un discursito cargado de buena intención y llamadas a la tolerancia mutua…Antes de meter la cruz en un cajón, intuyo, y de seguir adelante con sus giras y sus discos. Como diría Artur Mas, un win win.
Félix de Azúa dijo hace años que Barcelona es una ciudad que premia a los que no molestan. Algo parecido se puede afirmar de Cataluña en general. Las cruces de Sant Jordi suelen ir a parar a quienes lo merecen a ojos del lazismo, pero de vez en cuando hay que hacer un gesto, más bien hipócrita, de tolerancia hacia el diferente. Una jugada que puede salir mal (recordemos a mi difunta amiga Rosa Maria Sardà y su devolución de la cruz por disconformidad con el procesismo), pero que, por regla general, no causa especiales tumultos. Con Estopa, el régimen ha acertado de pleno. Los hermanos Muñoz son buenos chicos y siempre se puede interpretar su esfuerzo personal como algo fomentado por la Cataluña catalana, que los tenía viviendo en Cornellà y muriéndose de asco en una planta de ensamblaje de la Seat hasta que decidieron jugar a la carta más alta. Y hacerse la ilusión de que en Madrid nunca hubiesen llegado a nada.