El rapero malote
El rapero (o puede que trapero) Morad El Khattouti El Horami (L´Hospitalet de Llobregat, 1999) se las ha vuelto a tener recientemente con la policía, protagonizando un nuevo incidente que añadir a los que lleva acumulando prácticamente desde que empezó a cantar (o algo parecido: no voy a opinar sobre lo que hace porque, en mi condición de rockero de una cierta edad, no me siento cualificado para ello; por no saber, no sé ni en qué consiste su estilo musical, solo sé que se conoce como drill). Inspirado probablemente por grandes nombres del hip hop norteamericano (pienso en gloriosos difuntos como Tupac Shakur o The Notorious B.I.G.), Morad sabe que a su público le gustan los malotes con pretensiones antisistema y, puede que sin ser consciente de ello, ha acabado creándose un personaje asaz rentable e interpretando un papel que gusta entre amplios sectores de parias de la tierra, a los que puede representar por ser un hijo de la emigración marroquí crecido en las malas calles de Hospitalet. También puede ser que se esté trabajando una asesoría en el Ayuntamiento de Barcelona, pues su perfil yo lo veo muy apetecible para Ada Colau y sus secuaces. De momento, se concentra en actuar, grabar discos (dos elepés y un EP hasta ahora) y seguir labrándose fama de rebelde de barrio.
Hasta el momento, lo más grave de que se le ha acusado es de haberse colado en casa de alguien para partirle la cara, pero no se pudo probar nada de manera concluyente. Lo suyo es ser detenido por exceso de velocidad y por enfrentarse a las fuerzas del orden: ahora la ha tomado con un agente de la policía autonómica que, según él, es un matón y un abusaenanos, lo que le ha reportado sus más recientes problemas. Dudo que haya escuchado la versión que hicieron los Clash del clásico I fought the law, así que le informo de que el estribillo termina con la frase and the law won. La ley, además, empieza a estar hasta las narices de él, pues los mossos han detectado que nuestro hombre busca la bronca con ellos para incrementar su fama de antisistema y, en el fondo, hacerse más famoso de lo que ya es.
Como sus precedentes afroamericanos, Morad viene de un ambiente complicado, pero debería pensar que se ha convertido en alguien cuando aquellos, a su edad, hacían de camello o formaban parte de alguna banda (lo que, con el tiempo, podía llegar a costarles la vida). En su misma línea, Morad se las ha tenido también con colegas musicales; ha habido cruce de amenazas, pero de momento no ha pasado nada grave. Mejor para él.
En el fondo, estamos ante un aprendiz de malote que sigue fielmente los pasos de ciertos raperos gringos, pero sin exponerse a grandes peligros, señal de que igual es más listo que ellos. Ya que no de su próximo disco, quedo a la espera de su nueva detención que, sin duda, hará las delicias de sus seguidores y ampliará su base de fans. Como dicen en América, there´s no business like show business.