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Han pasado ocho años desde que Jordi Pujol confesó que tenía cuentas bancarias ocultas en el extranjero. Pero el expresidente de la Generalitat recurre al victimismo cada vez que un medio de comunicación le da la ocasión. Ávido de blanquear su figura, el veterano convergente niega ser un corrupto y, para sorpresa de muchos, asegura que pondría la mano en el fuego por la "mayoría" de los miembros de su familia. ¿No todos, entonces? Inquietante.