Cómo hacerse la víctima (del fascismo)
Si no recuerdo mal, ya les di la chapa el domingo pasado con Mónica Oltra, pero entonces ocupaba el lugar intermedio en esta sección, el de la gente que ni sí ni no, sino todo lo contrario, pues aún no había dimitido como vicepresidenta del gobiernillo valenciano y Ximo Puig, aunque se moría de ganas de cesarla, seguía esperando a que los de su partido la convencieran de que más le valía desaparecer de la escena política. Yo diría que ya se merece figurar en la posición que suelo reservar a la gente especialmente siniestra en este rincón de Crónica Global. Mónica Oltra lo ha hecho todo mal. Hasta dimitir.
Nunca le oímos una palabra de solidaridad con la niña (que ya es adulta) de la que abusó presuntamente su exmarido hace unos años sin que la consejería que ella dirigía y que estaba para eso moviera un dedo en su momento, más allá de intentar ocultar la realidad debajo de una alfombra supuestamente progresista. Entre que, si dimitía o no dimitía, organizó un jolgorio a su mayor gloria en el que insistió en que todo era una maniobra del fascismo, que no la podía ni ver. Como prueba supuestamente irrefutable de sus teorías estaba el hecho de que la abogada de la menor violada era de Vox, como si eso convirtiera un delito en algo disculpable. Tocada con un sombrerito ridículo, se dedicó a dar saltos de alegría y a recibir la solidaridad de algunas políticas de Podemos y alrededores a las que más les habría valido callarse (como a su compadre Baldoví y su jeremiada del Si nos tocan a una, nos tocan a todas, aunque somos conscientes de que decir chorradas es una de las especialidades más notables del mandamás de Compromís). Al final, tuvo que acabar dimitiendo, pero lo hizo insistiendo en que era una víctima del fascismo, que había vuelto a salirse con la suya: solo le faltó sugerir que los abusos sufridos por la niña habían sido en realidad un intento de desnazificarla, que es lo que está haciendo Putin con Ucrania, como todos sabemos.
El solidario Baldoví debió llegar a la conclusión de que la corresponsabilidad tiene unos límites y de que no está el patio para que Oltra se cargue su partidillo, así que pasó del Si nos tocan a una, nos tocan a todas al Que pringue ésta, que yo no estoy para bromas de mal gusto. Y Oltra presentó su dimisión de la peor manera posible, haciendo pucheros, responsabilizando de su inoperancia y falta de sensibilidad a un difuso fascismo y recordando a María Barranco en aquella película de Almodóvar en la que decía la gran frase El mundo islámico se ha portado muy mal conmigo.
Mucho futuro político no se le intuye a Mónica Oltra. Yolanda Díaz ya se ha deshecho de ella para su proyecto de partido, Sumar, porque con Oltra más bien restaría. Vamos a ver qué pasa con Ada Colau, experta en nepotismo y en repartir dinero público entre entidades controladas por amiguetes, cuando concluyan las investigaciones al respecto. Como en la era soviética, en la famosa foto de Díaz con Oltra, Colau y una señora árabe muy sonriente con cuyo nombre no se quedó nadie van a empezar a desaparecer personajes hasta que solo queden Díaz y la señora árabe, si es que no pillan a ésta también en algún renuncio.
El fascismo es una amenaza muy seria y peligrosa para utilizarla frívolamente como excusa cuando te has pasado el deber y la ética por el arco de triunfo, ¿no creen?