Grupo Villar Mir no termina de levantar cabeza, pese a los notables esfuerzos por la supervivencia, a base de continuas refinanciaciones con la banca acreedora. El que fuera uno de los conglomerados industriales más importantes de España, con volúmenes de facturación que superaban los 5.000 millones de euros, ha tenido que descapitalizarse de forma casi dramática con el fin de poder mantenerse en pie, bajo la presión de la banca y los fondos, que amenazan con ejecutar las garantías de los préstamos.
El último de los escenarios presenta una situación complicada dado que el holding familiar precisa de liquidez para atender compromisos procedentes de las recientes refinanciaciones pero el dinero no llega por la vía esperada, la de nuevas ventas activos, por lo que ha de agarrarse al rescate solicitado al fondo de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), destinado a compañías penalizadas por la crisis del Covid-19.
La situación del grupo viene de más, de una época en la que posiblemente fue demasiado ambicioso a la hora de realizar inversiones que después no pudo sostener. Depender ahora de un rescate público, por otra parte varado en un atasco de procesos que se complican por momentos, no hace sino complicar aún más una situación de la que los auditores también llevan tiempo llamando la atención