Se cumple un año desde el primer anuncio de la opa de IFM sobre Naturgy, que amenazaba con poner patas arriba al sector energético español y lo cierto es que transcurridos esos doce meses, lo único que se ha alterado, y mucho, es la estrategia del fondo australiano. Después de inversiones de 2.500 millones de euros, los últimos gastados a precios notablemente fuera de mercado, la influencia del inversor en Naturgy es muy similar a la que tenía antes de lanzarse al asalto de su consejo de administración.
Muy probablemente, ése ha sido uno de sus errores, el mostrar demasiado pronto las cartas y que éstas estuvieran ilustradas con una figura de una cierta prepotencia, hasta el punto de empezar a exigir y marcar un camino cuando ni siquiera tenía una noción de con qué apoyos contaría. Pretender que el poder establecido en la empresa se quedara de brazos cruzados o empezara a aplaudir fue de una ingenuidad impropia del mundo de los (altos) negocios.
Algunas de las actuaciones del fondo que comanda en España Jaime Siles constituyen retales para elaborar un manual sobre lo que no debe hacerse en una operación de este tipo. Las anteriores maniobras de IFM en el país fueron un éxito. Pero fueron radicalmente diferentes, entre otras cosas porque contaban con un acuerdo previo con los accionistas (OHL y FCC, respectivamente). Sin pacto previo todo es más complicado y entran en juego factores como la astucia, la habilidad y, sobre todo, la experiencia; toda la que tuvo Isidro Fainé y de la que demostró carecer Siles.