El senado puede convertirse en el plató del Sálvame de Luxe como Bárbara Rey acabe dejándose caer por ahí para explicar ciertas cosillas de índole económica relacionadas con su relación de años con el rey emérito. Los que le buscan las cosquillas (y los eurillos) a don Juan Carlos I parece que le tienen ganas al sex symbol murciano de la Transición y el destape, cuya peculiar manera de ir por la vida tampoco la ayuda mucho a que la dejen en paz, ya que se ha echado encima una fama de chantajista y de amante poco fiable que ha acabado por convertirla en un personaje un pelín turbio: se comenta ahora que fue pionera en lo de colocar cámaras en el dormitorio por si algún día había que sacarle los cuartos al pardillo de alto standing de turno (y hay quien afirma que las colocaba su propio hijo). Hace años que nadie sabe muy bien cómo se gana la vida Bárbara Rey, y es improbable que se forrara en su juventud, cuando salía desnuda en las revistas y en las películas del destape. Del circo de Ángel Cristo tampoco debió sacar gran cosa, dadas las aficiones toxicómanas del célebre domador. De hecho, cada vez que la veías por la tele, tarifando en algún programa de Tele 5, intuías que andaba tiesa de pasta y que se las apañaba para cobrar cuando se echaba novio y cuando rompía con él. Yo diría que tocó fondo con unas fotos eróticas en la difunta revista Interviu en las que aparecía con su propia hija, desnudas ambas y en actitud levemente sáfica. A diferencia de Ágata Lys, nunca he tenido la impresión de que fuera una buena persona (por no hablar de que, en mi adolescencia, Ágata me ponía mucho más que Bárbara, cuya voz de cazalla, por cierto, siempre me dio un poco de miedo). Su principal logro, involuntario, es que sus hijos se llamen Cristo Rey.
Reconozco que hablo por intuiciones, ya que no conozco de nada a Bárbara Rey, pero esa mujer siempre me ha dado un cierto mal rollo. Lo que más me sorprende de sus recientes actividades es su supuesto romance con Bigote Arrocet, pues tengo la impresión de que a ése no le sacas un euro ni poniéndolo boca abajo. Cabe la posibilidad de que lo suyo sea amor del bueno, pero viendo como han ido ambos por la vida, tal posibilidad resulta ligeramente inverosímil. A no ser que se hayan juntado en vistas a pegar un palo que no somos capaces de imaginar, pues a la relación no se le ve más futuro pecuniario que algunas (tristes) apariciones en televisión para decir, primero, que están muy enamorados y, después, que no se soportan. Como ya demostraron Arévalo y Malena Gracia, eso no da para grandes beneficios y, además, hay que encajar los sarcasmos de Jorge Javier Vázquez, Coto Matamoros, María Patiño o cualquier otro peso pesado del Sálvame de Luxe.
De todos modos, algo tendrá el agua cuando la bendicen. El hecho de que a mí Bárbara Rey no me resulte sexualmente estimulante y me parezca una turbia buscavidas no es óbice para que a otros se les antoje la más deseable de las mujeres y una persona moralmente intachable. En ese sentido, me gustaría oír lo que tenga que decir al respecto el Emérito, que estuvo con ella un montón de años y la conoce mejor que cualquiera de nosotros. No sé qué tal se habrá tomado lo de Bigote Arrocet, pero también es verdad que tiene problemas más graves que el de ser sustituido por un cómico siniestro y que, si tiene que acabar dando la cara en un juzgado, es poco probable que le pregunten por lo suyo con Bárbara. Que, a mí, personalmente, es lo que más me interesa de toda su vida de crápula borbónico y comisionista ejemplar.