Un peculiar 'crack' del futbol

Siempre que sale a la luz un nuevo pedófilo, lo que más llama la atención es que el sujeto en cuestión llevaba años consagrado a sus funestas actividades sin que, al parecer, nadie hubiese caído en la cuenta de que había en él algo que chirriaba. Albert Benaiges, la nueva estrella del lamentable firmamento pedófilo, no es una excepción: el hombre llevaba más de veinte años sobando a niños a los que, teóricamente, entrenaba en el fútbol sin que saltaran las alarmas (o sin que alguien las desactivara). En México, donde trabajó una temporada, lo pillaron enseguida y se deshicieron de él, pero en su Cataluña natal, el hombre disfrutó de una impunidad de décadas y hasta se codeó con lo más granado del Barça (hasta se jactaba de haber sido el descubridor de Iniesta). Como si al equipo de sus entretelas no le fueran las cosas suficientemente mal últimamente, el señor Benaiges se reintegró al club ya en la nueva era Laporta: además de encontrarse el equipo hecho unos zorros y sin un duro, con lo que a él le gusta gastar y hacer el fachenda, el pobre Jan tiene que aguantar ahora que se le colara un toca niños en la empresa.

La pregunta habitual en este tipo de casos es: ¿cómo es posible que nadie se diera cuenta de nada durante la larguísima etapa en la que tuvieron lugar las supuestas atrocidades? Ha tenido que aparecer un periodista del Ara, Albert Llimós, para que las (presuntas) canalladas del señor Benaiges salieran a la luz tras una exhaustiva investigación. Llimós es de los que muerden y no sueltan, y el tema que nos ocupa parece preocuparle seriamente, pues ya destapó hace un tiempo a un monitor teatral de Lérida, actualmente refugiado en Brasil, que se tiró también un montón de años manoseando a chicas menores de edad con la excusa de que el teatro es un arma de libertad y para formar parte de él hay que decir adiós a los tabúes.

 El trabajo del señor Llimós es muy loable, pero algo no acaba de funcionar en esta sociedad cuando cosas tan graves se ignoran o, aún peor, se disculpan o se cubren convenientemente, dejando en manos del whistle blower de turno informar a la gente de lo que está pasando. El profesor de teatro sigue dando sus peculiares clases en un país en el que, casualmente, no existe el tratado de extradición, aunque pronto se verá su historia en la pantalla gracias a un documental de Isabel Coixet inspirado en las investigaciones periodísticas. Del entrenador futbolístico hace días que no se sabe gran cosa, aunque se acumulan las acusaciones en su contra: ya solo falta que salga alguien a decir que lo dejemos correr, que ya tiene bastantes problemas el Barça como para añadirle más. O que, por lo menos, lo piense.