Las cosas le hubieran ido mejor a Ada Colau, electoralmente hablando, sin hacer tanto seguidismo de los independentistas. Dice ahora la alcaldesa de Barcelona que quien quiera escolarizar a sus hijos en castellano, que se vaya a la escuela privada. Que es lo mismo que decir que defender los derechos lingüísticos tiene un precio. Como si ser castellanohablante fuera cosa de ricos.