¿Se va o se queda?
Si no fuera porque es metafísicamente imposible, yo diría que Lluís Llach es fan de los Clash. En concreto, de su hit inolvidable Should I stay or should I go. Como otros supuestos jubilados de la música (pienso en Miguel Ríos, que anunció hace unos años su retirada y acaba de sacar un nuevo disco), el sensible cantautor de Verges, reciclado en activista por la independencia de la patria sojuzgada por el perverso Estado español, lleva tiempo portándose cual gallego en escalera, sin volver a su antiguo oficio ni despedirse del todo de él. Debería quedarme o debería irme, parece preguntarse mientras escucha la canción de los Clash. Daba la impresión de que con el activismo indepe y la literatura (el hombre ha publicado hasta ahora dos novelas, ¿o ya son tres?) iba que se mataba, pero ahora nos sale con que el próximo 18 de diciembre dará un concierto en el Palau Sant Jordi (y en compañía de luminarias patrias como el batería de Els Pets y el Mag Lari, ése que se dirige a los niños en castellano para parecer más malo, según propia confesión). Según él, se trata de una iniciativa socio-política enmarcada en el Debat Constituent, otra de esas entelequias que, como el Consell per la República o el falso parlamentillo del falso exilio, solo sirven para fer bullir l´olla. Pero, en la práctica, se trata de un regreso a los escenarios, que son traicioneros y tienen tendencia a no dejarte escapar. Ojalá el concierto del día 18 sea como la copa de champagne con la que ha celebrado su liberación Britney Spears, pero… ¿Y si no es así? ¿Y si el Hombre del Gorrito sufre una recaída y acaba girando por Cataluña hasta el fin de los tiempos, como Dylan y los Stones? No me negarán que la cosa es preocupante.
Los que no soportábamos al Llach cantautor y (supuesto) opositor al franquismo (aquella sensiblería disfrazada de lirismo, el deseo oculto de sustituir una dictadura por otra) nos sentimos aliviados cuando se retiró, ¿para qué negarlo? La música es un arma muy poderosa y se cuela por cualquier rendija. Al Llach novelista bastaba con no leerlo. Y al Llach activista te lo quitabas de encima dejando de ver TV3. Pero el Llach músico, con todo el gorigori que acompañaría a su retorno, podría ser un arma de destrucción masiva para los que siempre le consideramos un cursi, un llorón y una falsa buena persona que se deshizo de sus fans españoles cuando ya les había sacado los cuartos a conciencia (por no hablar de cuando se puso a hacer vino siendo abstemio, algo que debería estar prohibido).
Joe Strummer nunca supo si debería irse o debería quedarse. Parece que Lluís Llach tampoco. TV3 ya está montando un auto sacramental con el concierto del Palau Sant Jordi. Me temo que esto no ha hecho más que empezar.