Josep Lluís Alay, exdirector de la oficina del expresidente de la Generalitat fugado Carles Puigdemont / EFE

Josep Lluís Alay, exdirector de la oficina del expresidente de la Generalitat fugado Carles Puigdemont / EFE

Examen a los protagonistas

Josep Lluís Alay

5 septiembre, 2021 00:00

Yo ya entiendo que si diriges la oficina de un presidente autonómico fugado de la justicia que no tiene nada que hacer en todo el día, debes disponer de mucho tiempo libre para tus cosas, pero no está escrito en ninguna parte que debas emplearlo en hacer el ridículo, que es a lo que se dedica, básicamente, ese iluminado que atiende por Josep Lluís Alay y cuyo nombre ha vuelto estos días a la prensa gracias a un artículo del New York Times que ha sentado como un tiro en el universo lazi en general y en JxCat en particular, donde ya hay quien dice en voz alta que habría que deshacerse rápidamente de este sujeto quimérico y liante.

Hace un par de noches, Xavier Graset invitó al señor Alay a su programa de agitación y propaganda Mes 3/24, intuyo que para que éste negara todas las acusaciones de conchabe con rusos poco recomendables que contenía el artículo del Times. Pero lo único de lo que fue capaz el hombre fue de echar pelotas fueras, decir que no hay quien se fíe de la Guardia Civil en particular y de los españoles en general y poner cara de que hay que ver lo que se inventa la gente para poner verdes a los separatistas, siendo éstos seres de luz como Jordi Cuixart, Elisenda Paluzie y los hermanos Tururull. Alay no pudo tener una mejor oportunidad de aclarar las cosas, pero no lo hizo, tal vez porque no puede, porque sus contactos con políticos y espías rusos (los mafiosos se los dejaba a Gonzalo Boye, que en esos ambientes se mueve la mar de bien) se parecen mucho a delitos de alta traición que, de comprobarse, deberían dar con sus huesos en Lledoners o Soto del Real. A falta de explicaciones convincentes --y mira que Graset es fácil de convencer, pues para eso cobra y ya viene convencido de casa--, nuestro hombre optó por hacerse el sobrado y el perdonavidas, como si no pudiera perder su precioso tiempo (y el de Puchi, ¡y hasta el de Valtonyc!) en desmentir informaciones que, según él, no se aguantan por ninguna parte.

Líbreme Dios de negarle la presunción de inocencia. No se la niego ni al Emérito, que ya es decir. Pero creo que el señor Alay se ha metido en un buen fregado (junto a su amigo el ex terrorista chileno disfrazado de abogado) y que no va a salir de él tan fácilmente como cree. Wait and see.