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El rector de la UB, Joan Guàrdia, puede defender la ideología que considere conveniente, pero su cargo le exige velar por la integridad y el respeto de toda la comunidad académica. Y no lo ha hecho. Su silencio, tras los ataques a un profesor, tildado de “fascista y colono”, que sólo había defendido la neutralidad de la universidad, le hace cómplice del peor peligro: el sectarismo ideológico. Guàrdia es preso de los apoyos independentistas que recibió, entre ellos del profesor que insultó a García Manrique, el docente Carles Mancho.