El espectáculo de Oriol Junqueras arropando públicamente al joven independentista acusado de lesionar a dos mossos d’esquadra durante los disturbios de febrero de 2019 roza el cinismo. No es de recibo que el líder de ERC avale la versión de Pol Serena y, a la vez, la Generalitat --presidida por su propio partido-- le impute los delitos de desórdenes públicos y atentado a la autoridad por los que pide seis meses de cárcel.
De hecho, la Consejería de Interior, cuya posición es clave para determinar la acción del Govern en este proceso, también está en manos de los republicanos. Junqueras debería aclararse. O, quizás, el error es de los que creen que la coherencia es una virtud al alcance del exvicepresidente de la Generalitat.