Justificar el arraigo territorial del BBVA en Cataluña con un consejo asesor que suma cada vez más grandes empresarios, la mayoría de ellos con intereses económicos entrelazados con el banco, es un poco ingenuo. Como operación de imagen, cero. Su propia existencia queda en entredicho si todo lo que aporta a la comunidad es resaltar la importancia del programa de las ayudas europeas.
Estar cerca y promover el desarrollo de un territorio va más allá de lo que es el puro negocio financiero tradicional. Implica, por ejemplo, apoyar la obra social de las entidades locales absorbidas a un ritmo equiparable a los resultados del grupo.