Artur Mas siempre fue parte del problema, nunca de la solución. Por eso resulta incomprensible que siga dando lecciones sobre el conficto independentista y que encima critique los "giros radicales" de Pedro Sánchez en pleno proceso de concesión de indultos. Si el expresidente intenta convertirse en un jarrón chino, como decía Felipe González, lo está logrando. Pero por pesado.