De aquí no me sacan ni con grúa
Dependiendo del dia, JuntsxCat es un representante de la derechona más despreciable o un partido razonable que contribuye a la gobernabilidad de Cataluña al permitir que Pere Aragonès sea nombrado presidente de la Generalitat, gesto que les hace ser, ipso facto, no tan de derechas. Así ve las cosas el gran Gabriel Rufián, hombre fuerte de ERC en Madrid desde que abandonó el parlamento su mentor Joan Tardà, el hombre que a la hora de enumerar sus logros solo se le ocurrió decir aquello tan bonito de Rufián es un tuitero de la hostia.
No creo que el repentino cambio de criterio del señor Rufián cogiera a nadie por sorpresa. De hecho, en lo que él considera que es la política, pasar de negro a blanco de un día para otro es lo más normal del mundo si uno no está por la labor de buscarse problemas. Cuando tienes meridianamente claro que fuera de la política tendrías serios problemas para encontrar un trabajo bien remunerado (o cualquier trabajo, incluido el de portero de discoteca), te agarras a ella como el náufrago al madero. A fin de cuentas, Rufián vive muy bien ejerciendo de independentista catalán en Madrid, donde se ha echado una novia del PNV, goza de cierta autonomía de sus mandos en Barcelona y cobra un sueldo que le permite llevar una vida desahogada y, gracias a IDA, tomar cañas y tapas a todas horas. Por eso, si un día toca decir que Junts x Puchi son lo peor y al siguiente hay que matizar las declaraciones (o decir lo contrario), se hace y santas pascuas. Nuestro Rufi tonto no es, y lo ha demostrado anteriormente: recordemos cómo dejó de ser el bufón del parlamento con sus numeritos de las esposas o la impresora para adoptar convincentes aires de estadista: gracias a esa mutación, el hombre se ganó unos cuantos años más en Madrid, que se está divinamente y te ahorras la parte más cansina de la matraca del prusés, que intuyo que a Rufián se la sopla, pues él ya se ha solucionado la vida y que piquen piedra los que se han quedado en Cataluña.
Una gran parte de la legendaria picaresca española se ha trasladado del lumpen a la política, y ahí es donde sujetos como Rufián pueden brillar con luz propia, pues se mueven por los pasillos del poder con la misma habilidad con que podrían hacerlo por los bajos fondos de cualquier barriada de una gran ciudad. Dudo que Rufián crea en la independencia de Cataluña o le importe lo más mínimo. Yo diría que el soberanismo ha sido el vehículo al que se ha subido nuestro hombre para prosperar en la vida porque otros presentaban más dificultades. En el mundo indepe basta con mostrar tu inquebrantable adhesión al régimen para que te caiga algo, no hace falta que tengas estudios. Si además eres un bocachancla, sueltas lo primero que se te pasa por la cabeza, aportas cierta chulería española aprovechable para la causa y aparentas ser implacable con los enemigos de la patria, tira que te vas. Y si además eres un tuitero de la hostia, pues mejor lo tienes aún.
Gabriel Rufián se dio cuenta un buen día (porque tonto, insisto, no lo es) de que con los numeritos de la impresora y las esposas no se iba ni al circo Ringling. Murió entonces el mamarracho Rufián y nació el estadista Rufián, reciclado ahora en el razonable, ecuánime y contemporizador Rufián. Con ese papel puede tirarse varios años en los que no va a tener que poner los pies en Barcelona, capital europea del aburrimiento por culpa de sus jefazos.