Carles Puigdemont repartió ayer a diestro y siniestro. Contra el Parlamento Europeo, por retirarle la inmunidad, contra el "Estado español opresor" y contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Fiel a su "cuanto peor, mejor", el fugado vuelve a tener sus cinco minutos de gloria mediática, que en efecto pueden influir en las negociaciones para formar el futuro Govern. Su situación aumenta la presión sobre ERC para cerrar un pacto independentista que colocaría a Cataluña, de nuevo, al borde del abismo.