Adorable canalla
Se cumplen 30 años de la muerte de Serge Gainsbourg (París, 1928–1991) y en Francia, donde era considerado un tesoro nacional (del sector tenebroso), echan el resto recordándolo en la prensa y en la televisión (me hago con el número extra de Paris Match que resume su vida en fotos y algunos textos elogiosos). Aquí la cosa ha pasado bastante desapercibida porque el señor Gainsbourg nunca pasó de ser un personaje de culto conocido y admirado por unos pocos (entre ellos, su seguro servidor, pese al poco aprecio que uno ha tenido siempre por la chanson francesa). Y los que lo recuerdan es, mayormente, por sus cogorzas en público, su sempiterna barba de tres días, sus groserías hacia las mujeres (como cuando le dijo a Whtiney Houston I want to fuck you en un programa de televisión), la quema de un billete de 500 francos como protesta por el tratamiento que recibía del Ministerio de Hacienda o el conato de linchamiento a cargo de unos legionarios por su descacharrante versión del himno nacional, Aux armes et caetera.
Serge Gainsbourg se llamaba en realidad Lucien Ginsburg y era hijo de judíos ucranianos exiliados en Francia. Siempre arrastró un complejo de ser más feo que Picio (más que un complejo era una realidad palmaria) y él fue el primer sorprendido al comprobar que, gracias a su talento y carácter, podía encontrar gracia a los ojos de algunas mujeres muy atractivas (Brigitte Bardot, Jane Birkin y unas cuantas más, incluyendo a su última compañera, la modelo franco-vietnamita Bambou). Empezó su carrera musical (aunque iba para pintor, oficio que abandonó en cuanto se dio cuenta de que Dios no le había llamado por ese camino) componiendo para Juliette Greco y otros iconos de la canción francesa, pero enseguida pasó a grabar sus propias canciones. Al principio, con temas como Le poinçonneur des Lilas, se comportaba como un chansonier más, pero su tendencia a la evolución permanente le llevó a abordar todo tipo de estilos, hasta concluir su carrera con álbumes de reggae o funk como Love on the beat y You´re under arrest. En España gozó de una breve popularidad a finales de los 60 con una canción que la censura prohibió, Je t´aime. Moi non plus, grabada a medias con Jane Birkin (y antes con Bardot, que prohibió su publicación a instancias de su marido de la época, el playboy alemán Gunther Sachs), y que iba de una pareja en pleno trajín sexual que hablaba de sus cositas sobre un lujurioso fondo orquestal. Previamente, Gainsbourg ganó el festival de Eurovisión con otro tema guarrete para la pobre France Gall (Les sucettes), una adolescente que en cuanto se enteró de que la canción hacía referencia a la felación, dejó de dirigirle la palabra.
Gainsbourg hizo lo posible para que se le recordara como un gamberro y un borracho, personaje para el que se inventó el alias de Gainsbarre, pero eso no oculta la evidencia de que fue un compositor inspiradísimo y un cantante con una voz muy especial, de esas que solo se consiguen con una estricta dieta de alcohol y tres paquetes de Gitanes diarios. Reventó antes de tiempo porque quiso. Porque Gainsbarre se había impuesto a Gainsbourg o porque no tenía ganas de seguir viviendo. Sus últimos tiempos fueron muy tristes. Solo en su mansión de la calle Verneuil, solo recibía la visita de dos adolescentes con las que nunca se propasó y en cuya presencia se permitía llorar a moco tendido mientras seguía lamentando que Jane Birkin le plantara por sus excesos con el morapio. Hoy día, su tumba es una de las más visitadas del cementerio parisino en el que descansa eternamente y deja descansar a sus semejantes.