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Pablo Casado se equivoca --o desvía la atención-- al vincular los malos resultados del PP en las elecciones catalanas del 14F con el caso Bárcenas. El presidente del PP, que pretende borrar de un plumazo la corrupción que afecta a su partido deshaciéndose de la histórica sede de la calle Génova, sabe que en Cataluña, por desgracia, ese tipo de delitos no pasan factura electoral.
Las corruptelas de la familia Pujol, el expolio del Palau de la Música o el caso 3% no han impedido a los neoconvergentes mantenerse entre las primeras posiciones.