El silencio de Artur Mas ante la despiadada batalla entre JxCat y el PDECat no le deja en muy buen lugar. El expresidente autonómico prefiere mantenerse al margen de la cruenta guerra que libran los sucesores de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), a pesar de que él fue quien pilotó la refundación del partido asediado por la corrupción y de que también fue el primer líder del PDECat.
Un timorato Mas prefiere esperar a ver si, como todo apunta, Puigdemont se sale con la suya y fagocita a la formación presidida por David Bonvehí, para después buscar acomodo entre los vencedores de la contienda. Eso sí, sin mancharse las manos. La ya desgastada figura del expresidente de la Generalitat --principal muñidor del procés que dejó Cataluña dividida y en decadencia-- sigue deteriorándose.