Yo me lo guiso, yo me lo como
Cuando Daniel Craig se hizo cargo del personaje de James Bond, mi amigo Ignacio Vidal-Folch me dijo: "Pero si ese tío solo sirve para protagonista de una biopic de Vladimir Putin". Estuve absolutamente de acuerdo con él, aunque le informé de que estaba muy bien en Love is the devil, en el papel de amante del pintor inglés Francis Bacon, y añadí que como villano de película de Bond no quedaría nada mal, gracias a esos fríos ojos azules y esa cara de asesino eslavo que Dios le había dado.
Aunque estaba muy gracioso haciendo de seudo Poirot en la ingeniosa Puñales por la espalda, el señor Craig siempre me ha dado un poco de miedo, pero su alter ego ruso, Vladimir Putin, me da mucho más. Algo en su actitud me dice que ese hombre ha matado a gente personalmente, con sus propias manos, cuando trabajaba para el KGB. Y tampoco me extrañaría que estuviese detrás de ciertos asesinatos políticos de esos que siempre le acaban endilgando a algún checheno que pasaba por allí. Y a él le gusta dar miedo. Y a muchos de sus compatriotas les encanta estar dirigidos por alguien que da miedo: solo así se explica la popularidad de la que goza en Rusia y que, como últimamente renquea un poco, le ha obligado a montar esos procesos participativos de dudosa limpieza con los que confía mantenerse en el poder hasta 2036, que se dice pronto.
Yo creo que lo conseguirá. A mucha gente le parece un gran hombre y un tipo duro. Su efigie aparece en camisetas que se venden muy bien y en fotos ligeramente homo eróticas en las que se le ve, torso desnudo, montando a caballo o dándose de puñetazos con un oso. Los rusos se han acostumbrado a que, si le caes bien, te pueden ir las cosas de maravilla y montarte los chanchullos que te plazca, pero también a que, si le caes mal, igual te detienen acusado de cualquier patraña o, directamente, te matan a tiros mientras vas con tu novia por la Plaza Roja, como le pasó a un político que se le puso de canto.
Vladimir Putin no es exactamente un político, sino más bien un matón. Como Donald Trump, pero no se le va la fuerza por la boca, sino que el que se la hace, la paga. Trump es un majadero, pero Estados Unidos es una democracia. En Rusia no saben lo que es la democracia: pasaron de los zares a los comunistas y llevan pringando toda la vida. Los políticos que intentan promover una democracia a la europea acaban muertos, en la cárcel o en el exilio: siempre hay un checheno al que echarle la culpa.
Putin se ha propuesto eternizarse en el poder y puede que lo consiga, pues está dispuesto a todo para lograrlo. Primero se inventó aquel paripé con su amigo Medvedev con el que se iban intercambiando la silla de presidente y primer ministro cada cuatro años. Ahora pretende cambiar la Constitución, lo somete a votación (más turbia y opaca, imposible), soborna con jamones o lo que haga falta a los que dudan en ir a votar y me temo que acabará saliéndose con la suya.
Hay veces en que el magnicidio está injustamente subvalorado.