El consejero de Educación, Josep Bargalló, defiende las competencias catalanas. Hasta ahí bien. Pero el uso y abuso de la queja, cuando la gestión educativa durante la pandemia deja mucho que desear --lo dicen padres, profesores y partidos de la oposición--, suena a cortina de humo, cuando no a victimismo.

No queda muy claro si Bargalló se presta a negociar la política educativa común, que la hay a nivel nacional, o solo quiere abundar en el agravio.