El 'espabilao'
Lo de José Montilla es digno de una catilinaria (¿Hasta cuándo...?). Su paso por la política catalana y española se ha distinguido por el solemne aburrimiento que desprende su persona y que, supongo, trasladará ahora a Enagás, en su uso en diferido de las famosas puertas giratorias (Iceta niega que se trate de eso, imagino que es lo que le toca, pero nadie le cree). Si algún día se construye el monumento al Aparatchik Desconocido, debería tener el rostro de Montilla, un hombre siempre dispuesto a plantarse donde le diga el partido y al que parece que le haya dado lo mismo ser presidente de la Generalitat, ministro de Industria o senador del reino de España.
Igual tengo mala memoria, pero no recuerdo nada destacable, ni bueno ni malo, de su paso por el Ministerio de Industria. Como presidente del segundo tripartito, enseguida se cargó las posibles expectativas depositadas en un charnego que alcanza dicha posición para ajustarse al modus operandi habitual del PSC: confraternizar con los nacionalistas, dejar en la estacada siempre que fuera posible a los constitucionalistas catalanes y sobreactuar de miembro de els altres catalans, que diría Paco Candel, aquel escritor un tanto tío Tom que tanto le gustaba a Pujol; sus contribuciones personales consistieron en ponerse a hablar en un esforzado catalán con un político andaluz (hubo que recurrir a un intérprete para que dos andaluces se entendieran) o en organizar marchas patrióticas de las que tenía que salir por patas ante los insultos de los guardianes de las esencias (también fue abucheado en un concierto de Lluís Llach: haberse quedado en casa escuchando a Justo Molinero). Supongo que en el Senado se encontraría como en casa, no en vano es la institución más inútil y aburrida del estado español.
Ahora se nos pasa a la empresa (más o menos) privada (Enagás está participada por el Gobierno) y pretende conservar la oficina de expresidente de la Generalitat, cosa que también le parece muy razonable a Iceta, aunque muchos preferiríamos que el PSC intentara desmontar ese chiringuito para expresidentes que nos cuesta una pasta y no sirve absolutamente para nada más que proporcionar sustanciosa sopa boba a una gente que, por regla general, no ha contribuido en lo más mínimo a la mejora del paisito.
Lo bueno de ser José Montilla es que te resbala todo lo que se pueda decir de ti. El hombre siempre ha ido a donde le ha dicho el partido y da la impresión de que su posición ante todos sus cargos es como la de Peter Sellers en Bienvenido, mr. Chance. Ministro, presidente, senador, calientasillas en un consejo de administración, portero del Folies Bergere, lo que haga falta... Montilla es el gran culo di ferro de la política nacional. Menos jubilarse, todo le parece bien.