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La imagen de Jordi Pujol y de su clan familiar difícilmente puede empeorar. El padre del nacionalismo catalán contemporáneo es un paradigma de lo peor que la política puede generar. La última información que le ha devuelto a la primera línea mediática ha sido un informe de Hacienda que certifica que el viejo patriarca defraudó 885.651 euros a Hacienda mediante sus cuentas ocultas en Andorra en 2000. Por suerte para él, el delito ya ha prescrito.